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Donde andará la justicia

Entiendo como justicia el poder caminar en mi espacio sin pisar la huella de los demás. En términos más sencillos es dar a cada cual lo que le corresponde y en este sentido está estrechamente ligada a la libertad, que no es otra cosa que no pisar más allá de lo propio a menos que nos lo permitan. Mi libertad llega hasta allí, donde comienza la de los demás.

A veces me pregunto en dónde andará la justicia que no la vemos en el lugar donde debe estar, como tampoco aparece en el momento oportuno; en cambio la falsa justicia si aparece en el momento preciso y exactamente cuando se deba destruir a alguien, poner por el suelo su personalidad, dignidad y honra en especial en los procesos de tipo político y social que permitan manchar a todo aquel que se oponga a las pretensiones de agentes de la politiquería y depredadores del bien común, cuya misión es la desinformación sobre supuestos hechos, que la justicia venal maneja bajo el criterio infalible del enriquecimiento ilícito y las maniobras económicas  para lograr prebendas traducidas o en dinero o en servicios o en resultados.

La justicia solo podrá llamarse justicia cuando es exacta y se aplica bajo el parámetro de la verdad con la prueba de la mano. Eludiendo este concepto se aplica sin contemplación al honesto, al justo y equitativo que andando por los caminos de la libertad predica y practica el bien de la sociedad que le rodea o pone sus conocimientos al servicio de la gente como lo ejercen algunos matriarcados y patriarcados en muchos lugares reconocidos, que a la larga por su carisma y triunfos se tornan en los blancos perfectos de la envidia, del inconformismo político, social y económico que no tienen que ver para acabar bajo cualquier forma con sus contrincantes de turno.

No más analicemos los últimos acontecimientos en nuestro ambiente, como el caso entre muchos que se suceden a diario, de una persona querida y servicial, admirada y temida, atacada por algunos pocos con alevosía y sevicia, no por la verdadera justicia de los justos, sino por aquella que se acomoda a las circunstancias, que cuando no existe la competencia real y leal se le busca la eliminación total del campo en donde a través de la lucha constante, el servicio social por su gente y el sacrificio permanente de su bienestar económico y emocional se le lanzan los supuestos pecados al ruedo para que las mentalidades dominadas por la ignorancia y por la crítica irracional lleve su dignidad a la nada como sentencia desesperada de delitos, frutos de la inventiva arropada con la calumnia de las mentes enfermas en busca de poder y de dinero, que sólo logran conseguir a través de la política del desprestigio.

No pretendo encontrar la justicia en los mercados populares, ni en las iglesias donde se enmiendan los pecados, ni en los campos deportivos en donde los esfuerzos se premian con medallas efímeras, no la busco en las calles polvorientas donde solo la miseria predomina, ni en los campos y caminos donde racimos de campesinos migrantes van y vienen sin Dios ni leyes ni destinos, ni en los campos minados con semillas de muertes y desilusiones, ni en los países hermanos donde solo brilla el oro y la codicia de unos pocos totalitarios, ni en las academias de los falsos revolucionarios, ni en el pensamiento obsesivo de los caudillos, ni en los sindicatos que odian el capital y desprecian el trabajo, no la busco en los clubes sociales donde la vanidad mata más que el orgullo, tampoco en los encuentros humildes con la caridad, ni en los documentos que testifican la propiedad, ni en las glorias apasionadas de la suerte, ni en los cementerios de los muertos ya olvidados, tampoco en los bazares y subastas donde reinan los oportunistas y tahúres, ni en las cartas apolilladas de los recuerdos, tampoco en los elegantes salones jurídicos de la sabiduría vestida de gala con la toga prepotente, ni en los textos de escrituras enigmáticas, pero si me gustaría encontrarla en el corazón del hombre probo, que es el indicado para aplicarla tal como es, que aun  a pesar de sus debilidades emocionales, pero bajo el propio criterio de la ley, la aplica como debe ser, y en el momento oportuno, no para defender o enterrar santos o pecadores, sino para imponer el orden social, la dignidad y el respeto del ser humano como humano y evitar, entre muchos desmanes, los juegos políticos al azar que hacen más daño que los peores infiernos de Dante.

Nuestra sociedad estará al borde del fracaso mientras no maneje la justicia como es debido y como sinónimo ineludible de la ley que en esta, y su aplicación, es el único lugar y modo donde debe estar.

Por: Fausto Cotes N.

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