La muerte como infinitud que es, se crece, se exalta y se celebra, y para comprobar esa sutileza suya, hoy ha tocado las puertas de don ‘Pepe’ Castro Castro, y lo ha encontrado de frente, tal cual lo que ha sido, un símbolo hidalgo y justo de su pueblo, un aguerrido cruzado por el bienestar colectivo, un campeador de lanzas colorada y una viva presencia vital, con el vigor, la templanza, los signos de lucha, del hombre que logró ser con sus fuerzas mentales, físicas y su valor civil, para operar con rectitud las riendas del destino de su municipio Valledupar, su departamento el Cesar, y desde la Cámara de Representantes y en el sillón escarlata de la Vicepresidencia del Senado, desde donde hizo sus aportes sencillos y normales a la política y a las estructuras institucionales que guardan con firmeza la vida de la República.
Don ‘Pepe’ Castro Castro hizo las cosas de gobierno como si fuera un prohombre de la universidad, un docto en administración pública o un letrado curtido en el manejo del poder estatal. Así desarrolló la Constitución Nacional, dilató el poder administrativo del departamento, con la práctica de la descentralización en política administrativa y la aplicación de sus leyes, cuando creó varios municipios y corregimientos como Manaure, Pueblo Bello y otros varios en el sur del Cesar. Distribuyó más justo y equilibrado el Situado Fiscal para Salud y Educación. Impulsó con vigor y constancia la infraestructura de vías, sobre todo las terciarias de penetración a las cordilleras, principalmente hacia la cordillera de Perijá, por las sabanas Rubias, para encontrar la frontera arcifinia con Venezuela.
Así mismo se aplicó a los puertos de Gamarra y La Gloria, y la incipiente por ese entonces vivienda social. En el auge de la siembra y tráfico de la marihuana los recaudos por decomisos de contrabando y comercio que por ilícitos no ingresaban al fisco departamental, el gobernador Castro instauró un Fondo Especial de esos recursos, que sirvió para electrificar los corregimientos de Valledupar, como Guacoche y Guacochito, Pueblo Bello y otros entre los 25 totales del ente municipal. En esa gestión brilló la fuerza moral del gasto público manejado e inspirado por el Gobernador Castro y su pasión por el bien común. A veces fue tan ardiente esa pasión que consideró a cierta ley como una camisa de fuerza, y para construir la avenida del Libertador de nuestra ciudad, exclamo fervoroso: “Adelante el tractor y atrás el derecho”. Y la avenida se hizo, y fue el triunfo del interés general sobre el particular del sector privado.
Tres fueron los amores de don ‘Pepe’ Castro Castro
El primero, la familia y el Partido Liberal; el segundo, Valledupar y la Provincia de Padilla y el tercero, el servicio público.
El tesoro de su vida fue la familia. La protegió, la llenó de amor y ternura y les prodigó prestigio. Pero con la familia y sus seguidores, su gran ideal fue el partido Liberal. Las libertades públicas, la creación de los derechos humanos y la justicia social, de ahí su temperamental apego al mínimo vital del pueblo, a las conquistas justicieras de él, y a la fuerza humana de la justicia social. Sabía mucha historia y leía mucha historia. Escribió varios libros y libros diversos como en la ‘Plaza Mayor’ y ‘Los cuentos de Pepe’. Evocaba con emoción motora la historia de su partido liberal, la Batalla del Blanco o Panorama en los predios del Valle del Diluvio, en las auroras finales de la Guerra de los Mil Días. Memorizaba al General Rafael Uribe Uribe y celebraba que un Zuleta vallenato hubiese sido el primer hombre en acompañar al héroe a cruzar victorioso el Puente de Palo Negro, ante los juegos desatados de la guerra. De la misma manera recordaba conmovido la Masacre de la zona de las bananeras del año de 1929, con los trenes cargados de muertos hacia los horizontes de la eternidad.
Valledupar fue el segundo amor de Don ‘Pepe’ Castro Castro. La construyó, transformó y modernizó a su manera y como pudo. Y así amó y defendió también a la antigua Provincia de Padilla.
Fue Liberal de cepa, lo que llaman roussoniano, apegado a las páginas de la Revolución Francesa. Fue federalista, o sea, amigo de la autonomía y gobierno de las regiones, y el laicismo le sirvió para crear grandes empresas privadas y en lo público su ciudad de Valledupar, que modernizó casi a dedo y con un sentido urbanístico a su manera, pero que al fin resultó positivo para Valledupar que tanto le agradece y le guarda gratitud. En política y en su vida personal se puede decir que fue en las alturas de la psicología un libre pensador.
Pero a él lo define y consagra como gobernador y como alcalde o parlamentario el servicio público, ese fue su eje vivencial, su desaforado afán de servir, ese su sentido humanístico de la lucha política y de sus faenas de gobierno.
La muerte ha llegado a las puertas de don ‘Pepe’ Castro Castro, el rito funeral es distinto en las variadas culturas. En Alemania los grandes hombres casi siempre pasan por la gran puerta de Brandeburgo, en Estados Unidos por la explanada de Arlington y en Francia se duermen en el cementerio sagrado de Pere la Sache, en las lámparas de París. Y en La Guajira nuestra, en la tribu wayuu, a los seis meses del deceso del difunto lo bañan para purificarlo, y luego lo sepultan en Jepira, el cementerio luz del gran norte-norte de la tribu.
Aquí nuestra costumbre es en fila humana verle el rostro al difunto en el féretro, y rezar y dialogar con él.
Hoy en la muerte de mi compadre ‘Pepe’ me la he pasado conversando con él, y le digo adiós, y le digo que tengo angustiado el pecho, enjugadas las lágrimas y el corazón de suplicas para que Dios nuestro señor lo reciba como un resucitado en las vegas profundas del misterio.
Por José Antonio Murgas Aponte