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Disturbios en Suecia

Por Imelda Daza Cotes

El fantasma de la crisis que recorre Europa sacude a la tranquila Suecia. Una oleada de protestas callejeras en la periferia de Estocolmo se extendió rápidamente a otras ciudades más al sur y ha sorprendido a una población no acostumbrada a estos tropeles. 

La chispa de la ira colectiva se prendió por la muerte de un inmigrante con problemas psíquicos, a manos de la policía. Ocurrió en un barrio populoso al noroeste de la capital y la reacción de los vecinos no se hizo esperar. Jóvenes desempleados, cargados de frustraciones, sin futuro, sin ocupación útil, víctimas del racismo que los estigmatiza como “gente problema”, “ciudadanos de tercera” se lanzaron a las calles a quemar carros, romper vitrinas y enfrentar a las patrullas policiales. Espontáneamente desahogan la rabia contenida y denuncian los problemas que padecen. Los rebeldes viven en barrios de mayorías extranjeras, muchos son nacidos en Suecia, hijos de inmigrantes que vinieron aquí huyendo de guerras y conflictos armados. Detrás de ellos no hay ninguna organización que los articule ni que promueva las acciones, por eso se espera que los disturbios se diluyan pronto.

Pero las revueltas han dejado al descubierto una problemática social incubada desde hace atrás y aunque manejada con sutileza, fue imposible de ocultar. En la otrora equitativa Suecia las desigualdades sociales vienen creciendo; la marginalidad y el desempleo afectan a muchos. El partido conservador(aliado con los partidos de derecha)gobierna desde 2006 con un duro programa neoliberal que redujo los impuestos redistribuidores de riqueza, disminuyó el gasto social, suprimió ayudas al desempleo e intensificó las privatizaciones lo cual elevó las tarifas de los servicios públicos. Simultáneamente, la crisis económica europea golpeó los resultados del PIB sueco, la desocupación creció hasta el 8.3% (muy alto en Suecia), los salarios se estancaron, la flexibilización laboral y la “tercerización” se impusieron; la discriminación  y la indisposición social florecieron. En este contexto surgió un partido de extrema derecha que se ha propuesto desdibujar los problemas sociales y culpar de los mismos a la inmigración. La xenofobia crece y cualquier pretexto es chispa incendiaria

El primer ministro “se ha hecho el sueco” ante los disturbios, los consideró  simples desórdenes provocados por vagos. Bien sabe que este ambiente favorece el endurecimiento de la política migratoria que la derecha promueve. Afortunadamente los sondeos electorales vaticinan el retorno al poder de la coalición de izquierda.

 

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