En la era de las comunicaciones y especialmente de las redes sociales, la libertad de expresión ha llegado a la cúspide y es por ello que hoy los pleitos virtuales están a la orden del día y estos en muchas ocasiones rinden unos réditos importantes para quienes saben emplear estos medios en busca de reconocimiento, fama o poder; basta, entonces, expresar un concepto y ponerlo a circular en estas redes para que se genere una discusión de la que se sabe cómo comienza pero no cómo termina.
Por estos días se trenzaron en una polémica virtual el cantautor Iván Ovalle y algunos integrantes del grupo Kvrass sobre un tema históricamente controversial, pero que hoy cobra mayor trascendencia en nuestro medio, toda vez que hay una desbandada de artistas tanto compositores como intérpretes, nacidos en lo que algunos llaman el país vallenato, que están migrando a otros géneros o vienen realizando fusiones que, en concepto de algunos, atentan contra nuestra música tradicional que hoy se erige como patrimonio inmaterial de la humanidad y que incluso ha requerido de un plan de salvaguarda por parte del Ministerio de Cultura y de la misma Unesco.
Como lo expresé en una columna anterior con relación al caso Silvestre, no podemos detenerlo para que se dedique a cantar el vallenato autentico y tradicional que tanto queremos y protegemos, tampoco podemos pedirle a Omar Geles o a Wilfran Castillo que regresen por la composición clásica de los paseos, merengues, puyas y sones, sencillamente porque la fuerza del arte mezclada con el poder de la fama y el dinero, se vuelven incontrolables; tampoco podemos pedirle a una generación influenciada por fenómenos externos casi inmanejables, que se detengan en el tiempo y frenen la evolución y transformación natural que se da en todos los estadios culturales.
El fin de semana pasado estuve en Valledupar y por donde quiera me metía escuchaba un rotundo éxito que acaba de lanzar Jorge Oñate y Alvarito López; nadie podrá negar que reúne todos los requisitos para ser un clásico de nuestro folclor, pero que tampoco tiene las características de los cuatro aires que pregonamos deben ser protegidos; entonces surge la pregunta: ¿Cuándo Andrés Beleño decide componer ‘Meneando la batea’, con la sarcástica y picaresca en su letra, combinada con la alegría y el sabor autentico y tradicional del vallenato, pretendió atacarlo o defenderlo?
Como lo hizo recientemente Javier Fernández Maestre en sus notas sueltas, llamo a la concordia desde estas líneas, creo que lo menos que conviene es enfrascarnos en discusiones bizantinas, necesitamos más Andrés Beleños que sigan componiendo estos temas y más intérpretes a quienes no les de miedo grabarlos, para que vean que las ovejas descarriadas tarde o temprano buscarán el camino.