Hace pocos días tuve la dicha de volver a recorrer el sendero pedregoso que conduce de la Junta a Patillal, camino que sin lugar a dudas nos transporta por un territorio hermosísimo donde los colores de la tarde guardan en su paleta la mezcla perfecta de atardeceres expresionistas que nutren el alma del artista. Lugar, donde el canto triste y melancólico de la paloma turcutú se escucha bajo el sopor del medio día. Allí, en esa zona mágica donde los vientos alisios se enredan entre las ramas frágiles de los arboles de Brasil, sentí la presencia de Diomedes, el escenario propicio para que su imaginación rodara sin limites.
Sitio, donde no aparece la mano del estado por ningún lado, donde el olvido, es elemento fundamental para expresar su inconformismo, a través del talento creativo que se vuelven cantos de rebeldía. El artista, el hombre, despreciado por sus coterráneos, por la sociedad, supo en su momento sobreponerse, para construir su propio mundo a punta de coraje, terquedad y oficio, propio de los genios.
Diomedes, el hombre de atardeceres, el de lunas cargadas de amores, el de la ventana marroncita, el que supo construir con sus versos y melodías el hermoso camino por donde actualmente transita la verdadera música vallenata. Sus dichos y expresiones que salían de manera espontánea se convirtieron en vocablos ineludibles del refranero popular.
Hoy nos duele de igual manera que nuestro Nobel el irremplazable Gabriel García Márquez, para nosotros “Gabo” nos hubiese abandonado y dejado dueños de la tierra del olvido, el hombre de las mariposas amarillas y los pececillos de oro. A Gabo le debemos todo y pienso que se fue debiéndonos. Una región donde todo sabe a canto, alucinantes historias que pululan como verdolaga en playa, tendrán otros el compromiso de escribirlas con la misma magia que genera el entorno macondiano. Como podemos echar en saco roto, la inolvidable noche gélida de diciembre del 82, cuando un grupo de vallenatos lo acompañó, a la lejana Estocolmo a recibir el nobel de literatura y pidió que fuera a punta de cantos de la provincia interpretados en música de acordeón.
Cuanto le debemos a este hombre que naciera en Cataca y nos proyectara a nivel universal sin que el estado le diera un peso para lograrlo.
Se nos fueron estos dos iconos fundamentales como se fueron en su momento La Cacica Consuelo Araujo, El ex presidente Alfonso López Michelsen, el inolvidable Rafael Escalona, Emiliano Zuleta, Lorenzo Morales, Leandro Díaz en fin la lista interminable pero aquí seguimos “frente al pelotón de hacedores culturales” trabajando como hormigas arrieras, con una Fundación que ha sido y seguirá siendo el cordón umbilical para alimentar un evento que hoy llega a su 47 versión. Aquí estamos como el laurel a la orilla del Cesar, mucho más fuertes. Nos proponemos hacer cambios fundamentales en su estructura para próximas versiones, en la transparencia de sus concursos los cuales sistematizaremos en su totalidad, invertiremos en la investigación, elaborando convenios interinstitucionales con universidades, con la empresa privada y organismos internacionales para afianzar con elementos precisos la música Vallenata.
Se han ido muchos… pero quedamos más, para lograr el objetivo.