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Dios hecho hombre

Por: Valerio Mejía

“Y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”. Rm 3,24

Cualquier persona sabe que, para solucionar un problema, primero debemos diagnosticarlo correctamente. Existen innumerables diagnósticos para conocer la razón por la cual hacemos lo que hacemos. Las ciencias humanas que estudian el comportamiento de individuos y grupos tratan de abordar el problema sobre lo que pueda haber de malo en la conducta humana individual y colectiva.

Dos grandes corrientes de pensamiento procuran explicar el problema de la conducta del hombre. Unos dicen que tiene causas internas, los otros, que son causas externas. Sin embargo, no se ha descubierto solución para el dilema de cómo debe el hombre comenzar a portarse de un modo no egoísta y egocéntrico, sino bondadoso, apacible, generoso, amable, paciente y preocupado por sus semejantes.

Ad portas de la Semana Mayor, quiero explorar una tercera opción: ¡La salud mental está ligada con la moralidad! El único modo en que nuestra sociedad pueda prevenir las enfermedades mentales y conductas no deseables es reconociendo la realidad del pecado. Si se volviera a sentir la culpa por los pecados que condujera al arrepentimiento y se estableciera una conciencia que sirviera de disuasión contra posteriores pecados, entonces, la esperanza volvería al mundo.

Con claridad meridiana, la Biblia enseña que, el hombre es pecador y necesita reconciliarse con Dios, con su prójimo y consigo mismo. De tal modo que, si aceptamos el diagnóstico correcto, también podremos hallar la solución. En toda la Escritura hay un tema persistente: Existe una experiencia de alienación entre Dios y el hombre, una barrera que el hombre no puede remover y que Dios ya removió por la Cruz de Cristo.

Y he aquí la esencia del asunto: El principal propósito por el cual Dios se hizo hombre y vino a habitar en medio de nosotros, fue, derribar la barrera de separación que el hombre había erigido entre él y Dios. Y puesto que los seres humanos habían pecado e incurrido en una deuda que merecía la sentencia de muerte física y espiritual, otro verdadero ser humano tendría que ser el sustituto. El hecho de que Dios no ejecutara la sentencia de muerte sobre el hombre y permitiera que un sustituto muriera en su lugar, tenía el propósito de demostrarle al hombre las profundidades de su amor.

Así, pues, Dios se hizo hombre para poder ser el salvador de los hombres. Para tomar el lugar de los hombres y morir por los hombres. Para poder ser mediador entre Dios y los hombres. Para revelarnos los secretos de Dios el Padre y actuar como sumo sacerdote en favor de los hombres.

Amados amigos lectores: Quiero establecer que, esa persona que vino a este mundo con la misión específica de traer perdón y libertad, derribando todas las barreras de separación, que cumplió todos los requisitos para ser el Salvador de los hombres, ¡Ese hombre se llama Jesucristo!
Mi invitación respetuosa: En esta Semana Santa, recordemos su obra redentora en favor de los hombres. Expresémosle nuestra gratitud, mientras disfrutamos el beneficio del perdón que compró para nosotros en la Cruz.
Un abrazo y feliz Semana Santa.

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