Por: Valerio Mejia Araujo
“El Señor es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían”. Nahúm 1:7
Creo que la razón por la cual caemos en la trampa del miedo y la ansiedad en medio de las crisis, es porque permitimos que el enemigo nos distraiga del hecho de que estamos preparados para hacer frente a las tensiones y dificultades, con las herramientas que ya poseemos en Cristo.
En ocasiones, nos sentimos atacados por la espalda por hechos que no esperábamos y que nos dejan atónitos y sorprendidos; pero nada sorprende a Dios. Y por esa razón, nos preparó para la vida como en una batalla diaria, en la cual, ya sabemos que somos vencedores. ¡Dios jamás nos prepara para fracasar, solo para crecer!
Debemos recordar que Dios no está sujeto al elemento tiempo fragmentado en tres partes como nosotros, sino que él vive un presente eterno, por eso él vio lo que sucederá y ya nos preparó para ello; la diferencia entre la tristeza y el gozo, la hacemos nosotros con nuestra respuesta de cara a la dificultad.
Cuando tenemos nuestro corazón anclado a la verdad de que Dios es bueno en toda circunstancia, podemos hacer un inventario de nuestros recursos espirituales y comenzar a usarlos cuando nos enfrentemos a un desafío. La base de una positiva respuesta intuitiva frente a la adversidad, es la apasionada convicción de que Dios es bueno en todo tiempo. ¡Dios siempre es bueno!
Amados amigos, dudar de la bondad de Dios e inventar explicaciones por aquellas cosas que no entendemos o caer en la ansiedad y la decepción nunca deben ser opciones para nosotros. Cuando la verdad de la bondad de Dios, no está anclada firmemente en nuestros corazones, no solo estamos desplazados de nuestro propósito en conflicto, sino que no poseemos la sensibilidad de corazón y la fe suficiente para recibir las herramientas que Dios nos da para prepararnos antes de que nos encontremos con un desafío a superar.
Nuestra habilidad para conectarnos con lo que Dios está haciendo en medio de circunstancias difíciles, depende de nuestra habilidad para recordar quién es Dios y lo que ha hecho en nuestras vidas; es decir, la historia de nuestra relación con Dios. Puedo atestiguar que, si estamos atravesando actualmente una situación difícil que parece superar nuestra fortaleza o comprensión, que sentimos que desborda nuestra capacidad de lucha, y nos tomamos el tiempo para repasar nuestra historia con Dios… siempre encontraremos un recurso o una herramienta que Dios puso en nuestro en nuestro arsenal, y que nos dará la clave para superar la situación presente. Esa herramienta puede ser una palabra profética, un verso de la Biblia, un testimonio, una oración, un gesto amable de alguien, en fin, cualquier detalle que hayamos guardado en nuestro corazón y que Dios ahora pueda usar para traer ánimo y vigor a nuestra vida, respaldando así nuestra decisión de luchar.
En la medida que nos convenzamos que somos personas con sentido de eternidad y una identidad y un propósito grandioso, siempre estaremos preparados para el momento que estemos atravesando. Y también siempre estaremos seguros que todo el cielo está esperando para apoyarnos cuando elijamos ser fieles a ese propósito.
Mi invitación hoy, es a cambiar nuestra percepción de cuáles pueden ser las fuerzas más operativas en nuestras vidas. La clara percepción de la bondad de Dios, nos abrirá las puertas a una nueva dimensión que nos hará conscientes sobre la realidad del acompañamiento de Dios en todo tiempo; especialmente manifiesto en momentos de dificultad. En la proximidad de esta Semana Mayor, mi invitación es a alinear nuestros corazones con la realidad de la victoria de la Cruz para poder ver los propósitos y la redención de Dios operando activamente a favor nuestro cada día.
Oremos juntos: “Querido Dios, reconozco que eres bueno y que estás conmigo en cada momento y circunstancia de mi vida. Gracias por ser fiel conmigo. Amén”.
Saludos cariñosos y muchas bondades de parte de nuestro buen Dios