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¿Dignificar la vida es aumentar el desempleo?

La gente envejece desde el mismo momento en que nace. La verdadera reforma pensional debe comenzar en las guarderías, premisa que le marca derroteros al nuevo gobierno, mientras se abre paso la propuesta para que el incremento de la mesada pensional se base en el reajuste porcentual anual del salario mínimo y no en el Índice de Precio al Consumidor IPC, proyecto que ya radicó ante el Congreso de la República el senador Alexánder López Maya.

La vejez es la última etapa de la vida, comienza a los 60 años y forma parte del envejecimiento, que a su vez es el proceso que inicia con el nacimiento y termina con la muerte. La pensión es la cantidad periódica, temporal o vitalicia que paga la seguridad social por razón de jubilación. 

El pensionado puede estar activo tras haber laborado y cotizado un determinado tiempo, lo que no puede hacer el jubilado al cesar su actividad laboral por incapacidad o vejez.

Equiparar el incremento de la mesada pensional con el reajuste salarial de los trabajadores activos es apenas de justicia social, para compensar la pérdida del poder adquisitivo de los pensionados y jubilados, cuyos ingresos desde 1991 hasta la presente anualidad se han depreciado en más del 24%, no obstante ser esta franja de la población sujeto de especial protección constitucional.

A todas luces la vejez es la mejor inversión de un Estado, por el cúmulo de conocimientos y los réditos de la experiencia como madre de todas las ciencias, para quien se deja asesorar con el ánimo de acertar y gobernar con transparencia, escenario en el que es preciso citar a Jefferson: “La clave de un buen gobierno se basa en la honestidad”.

“Una espina de experiencia vale más que un bosque de advertencia”. ¿De qué sirven las advertencias si no se tiene la experiencia? La juventud tiene el genio vivo, pero el juicio débil, entonces es más susceptible de yerros, por aquello de que sabe más el diablo por viejo que por diablo, de ahí la importancia de sujetar a los jóvenes a la sabiduría de la larga edad.

Con la ecuación: “El que tiene más, paga más”, en alusión a los impuestos, el presidente Petro se la juega, con tal de cerrar la gran brecha de la desigualdad social, lo que no comparten los gremios y empresarios, para quienes toda medida que dignifique la vida humana aumenta el desempleo, manido argumento que se contrapone a las nuevas corrientes económicas que basan la producción en una buena remuneración salarial.

Ahora dirán que las nadies acabarán hasta con el nido de la perra, al intentar revivir las horas extras y los recargos nocturnos y desmontar los subsidios en los que subyacen grandes privilegios, en desmedro de los sectores más deprimidos de la población, porque se discute una reforma tributaria que no cejarán en desdibujar los contradictores de ultraderecha para hacer que estos primeros 100 días de la era Petro sean los más parecidos a un infierno, con tal de que prevalezca el vetusto modelo económico, donde los pobres pagan por una democracia que beneficia a los ricos, como los describe Julia Cagé, economista francesa con doctorado en Harvard.

Muy a pesar de que la pandemia nos deja como enseñanza la necesidad de contemplar la naturaleza, oportunidad que nos brindó el confinamiento de la pandemia, con un alto en la depredación ecológica, sumada a la necesidad de construir una sociedad más justa y una economía más humana, se sobreponen razones ideológicas para arruinarlo todo, a tal punto que para tener enemigos no hace falta declarar una guerra, basta con decir lo que se piensa, discernimiento de Martin Luther King, que reafirma la naturaleza torpe del ser humano como único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.

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Miguel Aroca Yepez: