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Dignidad humana en la cárcel

Es famosa la frase que usamos cuando escuchamos discursos tan elevados que nos hacen olvidar que una cosa es Dinamarca y otra Cundinamarca, con lo que se quiere decir que nuestro país está lejos de llegar a ser una civilización como la de los países europeos, puntalmente los escandinavos; lo digo por la reciente noticia en que la Justicia noruega declaro al Estado responsable del trato inhumano al ultraderechista Andres Breivik por ser sometido incluso a aislamientos prolongados sin justificación alguna.

El sistema penitenciario colombiano predica “aquí entra el hombre, no el delito”, pero de lo que he podido conocer de ese nauseabundo sistema es que allí tampoco logra entrar la Dignidad Humana, principio constitucional de descomunal significado que reconoce el valor del ser humano sólo por el hecho de serlo y nos obliga a respetarnos bajo cualquier consideración o circunstancias, incluso si se está privado de la libertad.

He vivido de cerca el comportamiento de los encargados de vigilar y custodiar los presos en Colombia, aunque debo dejar sentado que entre ellos existen personas amables y comprometidas con la función resocializadora del sistema penitenciario; también abundan quienes se consideran dueños de las vidas de los internos y pueden abusar de ellos y someterlos a su antojo y crear una especie de estratificación donde se trata mejor a quien puede pagar por ello y se desprecia a los que no cuentan con recursos para comprar lo que la cárcel en su interior puede ofrecer, creando incluso un vicio delictivo promovido por la autoridad en este caso la guardia, pero camuflado en la institucionalidad y en el rótulo de condenados que llevan a quienes ellos custodian; sin embargo, muchos de estos uniformados de azul tienen una formación más limitada que los reclusos o peor aún, su comportamiento demuestra una capacidad criminal que desborda la de los mismos presos.

El ejemplo noruego nos debe enseñar, sin importar la etiqueta política de las personas si es de izquierda o de derecha, si es hombre o mujer, si es creyente o ateo, cualquiera que sea su condición física o ideológica, que debe primar su condición de ser humano; en el libro ‘Conversaciones conmigo mismo’, en el que se hace una recopilación de cartas escritas por Nelson Mandela en el contexto de su juicio, encarcelamiento y libertad, se aprecia un episodio deslumbrante en el que el líder sudafricano deja testimonio de las torturas a las que fue sometido, pero al mirar los ojos de sus agresores veía un atisbo de humanidad y eso lo llenaba de esperanza.

En Colombia se desconocen cosas elementales como el derecho de los reclusos de presentar peticiones, las ignoran, no les contestan, consideran que su rígido reglamento está por encima de la Constitución y en los casos más extremos quienes se atreven a formular escritos ante las autoridades del penal, son considerados enemigos que deben ser humillados con los métodos más crueles. El año anterior el Inpec promovió una marcha en protesta por el ataque de las Farc contra once militares en el Cauca, me pareció un mundo de lo absurdo, para hacer esos reclamos deben empezar por respetar los derechos de quienes están bajo su cuidado porque es precisamente esa institución la que abandera las violaciones de los derechos humanos en el país, en Valledupar la Tramacua el ejemplo perfecto.

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Carlos Andrés Añez Maestre: