Así de conciso, como es el título de esta columna periodística, fue la frase que lanzó la señora Vilma –vendedora de verduras en el mercado- cuando se enteró de la tragedia familiar ocurrida el domingo anterior en los barrios Divino Niño y 5 de Enero de Valledupar. La mujer se agarró la cabeza y lloró de rabia.
Según las autoridades, Robinson Orozco Barraza, de 61 años, asesinó –durante una discusión- con un cuchillo a su mujer en el barrio Divino Niño. La señora Omaira Isabel Camargo Iglesias, de 49 años, murió en la clínica Laura Daniela. Pero la tragedia apenas comenzaba porque minutos después, Jesús Orozco Camargo, de 21 años de edad, hijo de ambos, persiguió a su papá hasta alcanzarlo en la carrera 30 con calle 8ª del barrio 5 de Enero y lo mató a cuchillo, en señal de venganza. Orozco Camargo fue capturado y un juez lo dejó en libertad al considerar que había procedido con ira e intenso dolor porque vio cuando su padre mataba a su mamá.
Este caso tan espeluznante es la primera vez que sucede en Valledupar, aunque han ocurrido otros como el de abril del año 2014 cuando el ganadero Ricardo Molina Araujo en estado de beodez esgrimió su pistola de fabricación checa y en un momento de ofuscación disparó la carga -16 tiros- en uno de los cuartos de su residencia, barrio Novalito-, de ellos 13 tiros pegaron en el techo y 3 en la pared. Según las autoridades una de esas balas cayó en la cabeza de su esposa Sildana Maestre Maya, quien días después falleció en la clínica el Country de Bogotá. El ganadero fue detenido y está preso.
También en Cartagena ocurrió otro caso tan espeluznante: el periódico El Heraldo registró el 8 de marzo del presente año que una señora identificada como ‘Magola Greys, dijo que en su casa se vivieron momentos de horror en horas de la mañana cuando Alfredo Luis Vega Pérez, de 29 años, luego de discutir con su padre Luis Alfredo Vega Cancio, de 46 años, salió a la calle y le lanzó una piedra que no pudo evadir. Tras las ofensas y las palabras el hijo Vega Pérez corrió hacia su progenitor, esgrimió un arma blanca y comenzó a propinarle varias cuchilladas en diferentes partes del cuerpo’.
También han ocurrido casos en Valledupar de mujeres que han ordenado asesinar a sus maridos, por obcecaciones o por asuntos triviales que pudieron haber sido resueltos sin violencia entre las partes.
Jamás habrá justificación para esta clase de hechos abominables, tragedias que luego deparan manifestaciones de arrepentimientos. Conductas que merecen estudios de especialistas para lograr evitar momentos tan aciagos no solo para las víctimas, también para los victimarios.
Sería muy sensato que las primeras damas del Municipio y la Gobernación del Cesar comiencen desde hoy una campaña educativa para jóvenes y adultos de ambos sexos en procura de hacer conciencia del respeto a la pareja, a los padres, a los hijos y demás. Practicar la tolerancia, pero dicha labor deberá acoger a todas las clases sociales, sin escatimar a ricos, acomodados y pobres.
La señora Vilma debe despertar de esa frase tan cursi sobre el demonio en la ciudad, porque entonces sería espantoso pensar que no solo tenemos problemas materiales sino de ultratumba. Que a la violencia callejera, delincuencia brutal del hurto y el rasponazo se suma ahora la violencia familiar en cada hogar vallenato. ¡Por Dios! Hasta la próxima semana.