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Día del Idioma con los cantos de Escalona

EL TINAJERO

Por: José Atuesta Mindiola

En Valledupar, el Día del Idioma se celebró con el Foro sobre la vida y obra del maestro Rafael  Escalona, porque sus cantos son narraciones de alto contenido literario que le dan el reconocimiento como el mejor  cronista de nuestra comarca y uno de los mejores de Colombia.
El Día del Idioma es rendir el tributo a la palabra. Los cantos de Escalona son, en esencia, una exaltación de personajes y sucesos de la región a través del lenguaje. Las palabras en sus cantos parecen detenerse en la estación esplendente del cenit, parecen  mirarse en el sol con su rostro juvenil. Al amor le cantó con la poesía de los ojos románticos, sin tenerle miedo a la ternura.  “Si no hay amor, no hay canto”, decía el maestro Escalona. Su vida es una parábola del eterno enamorado de las cosas bellas: de su nativo Patillal, de su mítico Valledupar, de su Patria, de sus amigos, de su querida familia  y de su atalaya de amores.
Antes de ser un académico, era un hombre de talento natural, un escogido por Dios, y no fue hecho de barro, sino de música  para universalizar al país vallenato con sus cantos.  Él sabía que las leyes de la poesía  y del canto la dicta el corazón, no las academias ni los críticos. Fue un cronista poeta, un compositor original, que cursó parte del bachillerato en el colegio Loperena y hasta penúltimo grado en el Liceo Celedón de Santa Marta, y  que tuvo el privilegio de tener una madre ilustrada, con dominio del idioma español, y conocimientos del francés, y un padre, el coronel Clemente Escalona, un fino conversador. De éste, dice el premio nobel de literatura, Gabriel García Márquez, que las charlas que tuvo con él en Valledupar,  le despertaron la memoria para evocar los recuerdos de su abuelo, también  coronel de la Guerra de los Mil Días, Ignacio Márquez, y en ese cruce de imágenes surgió la idea de escribir la novela, “El Coronel no tiene quien le escriba”.
El compositor Rafael Escalona con su sabiduría y sencillez, dijo en más de una ocasión: “yo no he inventado nada, todo está hecho en la naturaleza;  yo lo que hago es recoger la música de los pájaros, los susurros del viento y del río, para cantar mis versos”.
Hoy,  Con el desfile de los grupos de piloneras de los niños empiezan los días más felices de Valledupar, porque con el Festival todo se vuelve música. Una larga sonatina de acordeones rememora a los juglares que dejaron sus cantos en el corazón de los pueblos. Los niños con la magia de sus dedos y el talento de su alma, suenan los acordeones con la ilusión de ser rey vallenato. Y estamos más cerca de Dios, porque la música es de Dios para la alegría de los seres humanos.

LA PILONERA MAYOR
I
En las tardes piloneras
de abril en sus amoríos,
el perfume era un rocío
de flores en su pollera.
La música es primavera
y al alma rejuvenece,
la trinitaria florece
como una estrella en el cielo,
y al recordar a Consuelo
Valledupar se enternece.

II
Al recordar  a Consuelo
Valledupar se enternece,
suave en el viento se mece
un ave de blanco vuelo.
Se siente bajo este cielo
el arpegio de canciones
y el sonar  de acordeones
en lluvias de melodías,
las hermosas sinfonías
recorren los corazones.

III
Las hermosas sinfonías
recorren los corazones,
los rebujes de tambores
son luceros de alegría;
desfiles de algarabía
en esta tierra de amor
y en la voz de un trovador
un verso suena otra vez:
Consuelo, Consuelo Inés,
La Pilonera Mayor.

IV
La Pilonera Mayor,
Consuelo, Consuelo Inés,
que hace tiempo se nos fue,
bella diosa del folclor:
era un ramillete en flor
el donaire en su pollera,
orlaba  a su cabellera
la sonrisa juvenil;
hermosas tardes de abril
de cantos y de quimeras.

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