En casi todo el mundo el domingo 11 de mayo se celebrará el Día de la Madre y le haremos un justo reconocimiento a esta figura paradigmática, para quien todo elogio es pequeño. En Colombia este homenaje cobra especial significado, pues en medio de tanta desgracia, violencia, la inseguridad en la tragedia que vivimos sobresale, como el símbolo del sufrimiento que genera cada momento malo, el papel abnegado de las mujeres que soportan la pérdida de sus hijos, con todo el sufrimiento y el tremendo dolor que ello conlleva.
Madres de policías y soldados muertos en defensa de nuestra democracia o retenidos arbitrariamente por los grupos alzados en armas; madres de ciudadanos y de niños inocentes asesinados en actos de salvajismo que rechazan la conciencia civilizada, madres de seres que mueren victimas de la delincuencia y la intolerancia; madres de hombres y mujeres secuestrados; madres, en fin, martirizadas en un país que parece insensibilizado ante tanta hostilidad insensata.
Para ellas esos días no son de celebración. Pero el mensaje de amor y solidaridad de sus familiares, sus allegados y todos en general que buscamos interpretar en estas líneas serviría para reconfortarlas. A Ellas, así como a las mujeres que puedan ufanarse de conservar a sus hijos, les rendimos el homenaje que se merecen a través de esta columna. No son solo fuente de vida por excelencia sino sostén de los valores que hacen digna la existencia, y ahora mas que nunca están haciendo falta para sacar a nuestro país del oscuro túnel de la violencia.
Y desde esta columna quiero rendirles un homenaje a todas las mujeres colombianas, a las madres vallenatas, y en especial a mi noble madre Lety Palmera, a mis tías Dominga y Susana. A mi prima hermana María Helena Castro de Quintero, a mi segunda madre Ana Susana Palmera, que sea de paso acaba de cumplir 96 años, a Olguita, Adriana, Chia y Taty. A las tres primeras que dios las tenga en el cielo.
Y pasando otro tema puedo decir que el balance del 47 Festival Vallenato fue altamente satisfactorio, sigue acrecentando su prestigio y la sana alegría del pueblo nos regalo a los vallenatos un paréntesis dentro de las tantas malas noticias a nivel nacional y regional, porque en estos días a nadie le intereso cosa distinta de las fiestas, la alegría. Los encuentros con viejos amigos y compañeros de parranda y estudios. Se olvido hasta la pobreza, la consigna era estar alegres y gozar en todos los espectáculos, también con los inconvenientes y pequeños lunares de común ocurrencia en estos eventos. Pero remediables para el futuro, (mucho vendedor ambulante de afuera que no dejaron trabajar a los nuestros, abusos de precios, congestión vehicular). Y agregaría alguno que otro jurado irresponsable.
Comportamiento del público, insuperable, hubo espectáculo para todos los gustos y bolsillos y finalmente el valor de las entradas no aptas para cardiacos. Sin discusión parte de los aplausos se los llevó de nuevo la policía nacional en cabeza de nuestro comandante coronel Juan Alberto Libreros. Dándonos seguridad, redoblando esfuerzos y nos dio mas seguridad. Muy merecida la Corona a quien le correspondió y aplausos para lo pobres empleados del espacio público y su directora a quienes les tocó camellar muy duro, igualmente para Interaseo. Algo sigue quedando claro, el Festival Vallenato es una fiesta para el pueblo. Sin que esto lo demerite al contrario, lo enaltece.