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Devastación

“…Convertíos al Señor, vuestro Dios, porque es misericordioso y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia…”, Joel 2,13

¿Qué podemos hacer en tiempos de juicio y devastación, para mover el corazón del Señor?

Estamos viendo calamidades naturales en una escala como nunca las hubo antes, tsunamis, huracanes, incendios, inundaciones, sequías. Pienso también en el miedo y en la desesperación causados por desgracias producidas por el hombre y en los conflictos con armas nucleares. Hasta los comentaristas más escépticos dicen que ya estamos viendo los inicios de la tercera guerra mundial.

Yo me pregunto: ¿En tiempos difíciles como éste, la iglesia estará sin poder para hacer algo? ¿Debemos quedarnos sentados y esperar que Cristo vuelva? o ¿somos llamados a tomar acción efectiva de algún tipo? Cuando alrededor de nosotros el mundo entero teme, y el corazón de los hombres entra en desmoralización por causa del miedo, ¿somos llamados para erguir armas espirituales y combatir al adversario? “Las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”.

Por todas partes, hay una sensación de que es inútil intentar resolver los problemas que se acumulan. Muchos sienten que el mundo alcanzó el cenit de la desesperanza. El mensaje que retumba es: “Se acabó la esperanza. Dios desistió”. ¿Será ese el papel del pueblo de Dios en tiempos sombríos? ¿Será que los seguidores de Cristo debemos conformarnos con la situación actual? ¡No, nunca! ¡Hay respuesta en la oración!

El Profeta Joel vio un día semejante aproximándose a Israel, un día de “sombra de muerte y oscuridad”. El profeta grita: “¡Ay del día! Porque cercano está el día del Señor; vendrá como destrucción de parte del Todopoderoso”.

El mensaje de Joel a Israel en aquella hora sombría, fue: “Así, ahora mismo dice el Señor: Convertíos a mí de todo vuestro corazón; con ayunos, y con lloro, y con lamento”.

Leyendo ese pasaje, lo que me impacta son dos palabras: “Mas ahora”. “Ahora mismo”. En medio de la tremenda oscuridad que cayó sobre Israel, Dios apela a su pueblo: “Ahora mismo, cuando ustedes me echaron fuera de la sociedad, cuando la misericordia parece imposible, cuando la humanidad se burla de mis advertencias, cuando el miedo y las tinieblas cubren la tierra; ahora mismo, yo insisto para que se vuelvan a mí. Soy tardo para airarme, y soy conocido por contenerme. Mi pueblo puede orar y propiciar mi misericordia”.

Amado amigo lector: ¡Como pueblo de Dios, podemos suplicar en oración y Él nos oirá! Podemos propiciarlo y saber que Él oirá las oraciones sinceras, eficaces y fervientes de sus hijos.

No debemos creer la mentira que viene específicamente a esta hora de tinieblas cuando el desastre nuclear se forma sobre la tierra, cuando la impiedad ruge y aterroriza las naciones, haciéndonos creer que no sirve intentar cambiar nada. Hoy, Dios viene a nosotros con esa palabra de Joel: “Hay esperanza y misericordia, ahora mismo. Soy de gran bondad, tardo en airarme. Y ahora es la hora de volverse a mí en oración. Yo puedo retirar el juicio y traer bendiciones para ustedes”.

Ahora mismo, en estos días de asesino extremismo islámico, cuando nuestro país perdió el rumbo moral, cuando los tribunales jurídicos están echando a Dios fuera de nuestra sociedad, cuando el miedo prende al mundo entero, es la hora de volverse hacia el Señor en oración.

No nos desanimemos ni nos entreguemos al desespero, porque ciertamente hay fin y nuestra esperanza no será cortada. ¡Oremos confiadamente! Abrazos y bendiciones.

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