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Detrás del Jubileo

La visita a nuestro país del Papa Francisco, prevista para el mes de septiembre de este año, es sin lugar a dudas, motivo de gran regocijo para nuestra amada Iglesia Católica, y la oportunidad del encuentro del Santo Padre con un pueblo ávido de escuchar la palabra de Dios de labios, nada menos y nada más, que del representante de Pedro en la tierra. Ahora bien, la visita del Papa, traerá consigo un mensaje de Perdón y Reconciliación, lo que se traduce en la práctica, en una nueva oportunidad para los condenados a pena de prisión.

Es lo que se conoce como la Ley de Jubileo que busca la rebaja de penas para un grueso número de la actual población carcelaria, ya que se estima que más de 10.000 internos por virtud del citado beneficio recuperarán su libertad. Ahora bien, la Ley del Jubileo no cobijara a aquellos que se encuentren purgando penas por delitos atroces, sino a los condenados que estén próximos a cumplir sus condenas, y a quienes hayan delinquido antes de enero de 2000.

El hacinamiento carcelario se reducirá pero no desaparecerá, y las precarias condiciones carcelarias continuarán, así como las sistemáticas violaciones a los DD.HH. de los internos. Frente a esta problemática no hay más que tibias medidas de reubicación de internos, a cárceles menos hacinadas, y la tramitación de proyectos de ley, que buscan por esta vía la descongestión de los centros penitenciarios. En otras palabras, se legisla sobre situaciones coyunturales, que no estructurales, pues ni siquiera contamos con una política criminal con sindéresis jurídica. Lo que se supone son centros penitenciarios de rehabilitación, terminan convirtiéndose en escuelas del delito, y en foco de las más aberrantes formas de corrupción. No es un problema exclusivo de Colombia, pues la situación parece repetirse en cárceles latinoamericanas, con situaciones muy semejantes.

No obstante, la terminación del conflicto armado, supone un nuevo amanecer para nuestra sufrida patria. Es así como a través del Jubileo podemos expresar el verdadero arrepentimiento y el temor a nuestro Padre Celestial; debemos tomarlo como Gracia Divina, por todos los que confiamos en la redención del ser humano y como la maravillosa oportunidad de limpiar nuestras miserias, propiciando el inicio de una nueva vida.

Que la tan anhelada visita del Vicario de Cristo, cumpla con estos nobles propósitos y nos brinde la oportunidad del reencuentro con aquel que en su infinita misericordia, siempre, siempre, estará dispuesto a perdonar nuestras faltas[D1]. Amen.

Por Darío Arregocés

darioarregoces@hotmail.com

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