Históricamente no han sido muy cordiales las relaciones entre Estados Unidos y América Latina. Las mismas han estado marcadas por los aspectos políticos y militares, por encima, inclusive de los aspectos económicos, sociales y culturales. La lectura de lo que sucede en la sociedad norteamericana, multicultural, compleja y materialista, no la podemos hacer con la tradicional visión de Hispanoamérica: EE.UU. el país que nos tiene “fregados” económicamente y del que deberíamos “independizarnos”.
En la práctica, querámoslo o no dependemos de la zona “dólar” y EE.UU. es nuestro principal comprador, gran inversionista en la región y –así no nos guste- determina mucho las condiciones en esas relaciones económicas, además lo hace de manera maquiavélica con cada país; por ejemplo Brasil es una cosa, México es otra y Colombia es otra. Por eso se dice: EE.UU no tiene amigos tiene intereses…
El estilo del presidente Donald Trump, hombre de negocios que llegó al poder por el Partido Republicano, ha polarizado ese país como hacía mucho tiempo no sucedía. Hacia el resto del mundo ha formulado un paradigma: Estados Unidos primero y punto. Poco le ha importado tener buenas relaciones con sus socios de Europa, y mucho menos con América Latina.
Pero el tema al que quiero referirme son los recientes resultados electorales en los EE.UU, donde se renovó totalmente la Cámara de Representantes, y parcialmente el Senado de la República. Los republicanos mantuvieron la mayoría en el Senado, con 55 curules, y los demócratas lograron 44; otros partidos, 2 curules. En la Cámara, los demócratas ganaron y aseguraron el dominio de la corporación: 225 curules y 197 los republicanos.
El Presidente Trump saca pecho y se considera ganador. Además peleó con varios periodistas que cubren la Casa Blanca y principalmente con la Cadena de Televisión -CNN. No obstante, esa interpretación no es tan rigurosa. El partido Demócrata, el de Obama y los Clinton, ahora tendrá más poder en el Congreso y el gobierno ya no podrá ser tan hegemónico, pueden bloquear muchas iniciativas del Presidente e inclusive iniciarle una investigación por hechos polémicos muy conocidos. En la práctica el jefe del ejecutivo tiene hoy un poco menos de poder.
Lo más deseable es que ese nuevo escenario político, le baje al radicalismo del Presidente Trump, en su política internacional, principalmente en la parte económica y evite que se concrete y crezca la guerra comercial con China y Europa. Frente a América Latina, lo que se espera una actitud poco amiga de la migración y de mano fuerte en la lucha contra el narcotráfico.
Las relaciones económicas entre los dos países se han mantenido en términos cordiales, desde hace varios años. En la parte económica no se prevén sobresaltos; pero en el tema del narcotráfico sí. Las autoridades de ese país le han dado un margen de tiempo al gobierno del Presidente Duque, pero, más temprano que tarde, van a exigir una lucha más dura y eficiente contra el narcotráfico. El asunto de la dosis mínima hace parte de eso.
Pero, no serán fáciles las relaciones entre los dos países, Colombia y EE.UU., el tema del narcotráfico, Venezuela y el post-conflicto interno marcarán el camino. En materia de política exterior, el país tiene una garantía en un funcionario como Carlos Holmes Trujillo García. Un hombre curtido y experimentado en esas lides; pero, es grande la expectativa. Esperemos que el bipartidismo norteamericano siga imperando en esa agenda y que la misma sea un gana-gana para las dos naciones. Amanecerá y veremos dijo el ciego…
*Asesor organizacional.
Por Carlos A. Maestre Maya