El senador Juan Manuel Galán, puso sobre el tapete el debate que promueve la despenalización de la marihuana para usos terapéuticos. Este propósito supone no solo un ejercicio legislativo, también debe superar los efectos de la doble moral inmersa en nuestra sociedad y el marco que constituyen los negocios ilegales a partir del tráfico de estupefacientes.
Proponer el uso medicinal de la marihuana para mitigar el sufrimiento de las personas que padecen enfermedades terminales o que causen mucho dolor, implica que el proceso de producción del narcótico este revestido de control científico e institucional, con el fin de evitar que sea desacertado, como lo ha sido la dosis personal, porque contribuyó aumentado el consumo; el propósito científico o terapéutico no puede de ninguna manera convertirse en la llave para legalizar las drogas ilícitas en una sociedad inmadura, con deficiencias estructurales relacionadas con su régimen de salud pública.
Siempre que las circunstancias incluyan cambios sustanciales surge la inquietud sobre la preparación del país para afrontarlos, la ruta de la legalización de las drogas no es excepción, por lo tanto, el debate no debe darse solo en el contexto nacional, sino, además, en la Organización de Naciones Unidas; ONU, con el fin de concebirlo como un acuerdo universal, para evitar especulaciones, aclarando que el proyecto científico es para ello, y no pretexto para que el país se convierta abiertamente en refugio de narcotraficantes.
Hace dos años el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, propuso algo similar, con ocasión de la implementación del “Consumo Controlado” en torno a la propuesta enmarcada en “lo políticamente correcto” al respecto, hubo rechazo absoluto, en especial, por la inexistencia de los programas de prevención destinados a padres, maestros, comunidad y escolares, el sistema de atención para consumidores no dependientes y los centros de atención altamente especializados, acentuado por el contexto de las diferencias existentes entre los sistemas de salud colombiano y canadiense o el alemán.
Nuestro país se ha caracterizado por su lucha incesante en la producción y distribución de drogas ilícitas, para demarcarse de la connivencia entre el estado y las organizaciones o carteles de la droga, este proceso ha resultado oneroso en términos económicos, ha significado la perdida de muchas vidas y nos estigmatiza en el plano internacional.
La lucha no ha sido en vano, incluso el sacrificio de la vida de muchos colombianos, los indicadores lo avalan, sin embargo, aunque el método represivo de la lucha antidrogas no haya sido el adecuado, pues no ha logrado su objetivo, no es momento para bajar la guardia, el microtráfico y la acción de estas agrupaciones es galopante, no obstante, intentar la legalización no es descabellado, pero en su momento oportuno y en el enfoque de las sanas condiciones.
Por Luis Elquis Díaz