I
Como su nombre era bella:
Carmen, Jardín celestial;
Rosa, la flor del rosal;
su elegancia de doncella.
Del hogar era la estrella
una madre generosa,
en la liturgia piadosa
de la tradición cristiana,
y el sonoro toque diana
siempre lo hacía Carmen Rosa.
II
En el edén de su hogar
con Rodrigo Corzo mi tío,
el amor fue como el río
en su permanente andar.
Así pudieron celebrar
la llegada de seis hijos,
que Dios a todos bendijo:
un varón, cinco mujeres;
son los sagrados quereres
de los padres, regocijos.
III
El tiempo sigue su senda
no duerme ni se detiene;
la vida cantando viene
la belleza de su agenda.
La muerte luce su venda
de penumbra y de pesares,
entristece los cantares
hay luto en el corazón,
y el poder de la oración
es consuelo en los altares.
IV
Serena en la madrugada
Carmen nos dijo adiós,
lenta se apagó su voz en luz de la alborada.
Su espíritu en la morada
de la Casa Celestial,
el Divino Manantial
será su eterna mansión,
y vivirá en el corazón
su presencia terrenal.