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Desmitificando el esoterismo del médico José Gregorio Hernández Cisneros

En 1949, 30 años después de su inesperado fallecimiento, el reverendo arzobispo de Caracas monseñor Lucas Guillermo Castillo, con optimista convicción presentó ante la Santa Sede del Vaticano la información sobre las virtudes morales y espirituales del médico José Gregorio Hernández Cisneros, para que la suprema jerarquía del catolicismo considerara el inicio de la canonización del benemérito y piadoso médico. Dicho informe es examinado exhaustivamente por la Congregación para las Causas de los Santos de la Santa Sede, y en 1972 mediante decreto nihil obstat le otorga la cualidad de «Siervo de Dios», primordial prerrequisito de la iglesia católica en el proceso de canonización.

En 1986, el papa Juan Pablo II lo proclama «Venerable», segundo escalón de la santificación por la Santa Sede.  El 27 de abril de 2020, la Comisión Teológica del Vaticano reconoce el milagro del Venerable galeno en la sanación de una niña de 10 años, que en 2017 cuando acompañaba a su padre fueron atracados y la niña recibe un disparo en la cabeza con pérdida de masa encefálica, después de operada los médicos le pronosticaron una discapacidad permanente.

Su madre, reconocida devota del venerable José Gregorio Hernández, con sumo fervor le implora por la salud de su pequeña hija y, milagrosamente, se recupera sin secuelas. El pasado 18 de junio, el papa Francisco dictó el decreto aceptando el milagro atribuido al susodicho Venerable, notificando que en el primer trimestre de 2021 se le hará la solemne ceremonia de beatificación.     

Sus fieles devotos están gozosos, porque la canonización está más cerca, ya que confían en el actual sumo pontífice de la iglesia católica, en virtud de que José Gregorio Hernández vivió el Evangelio como San Francisco de Asís, por sus semejanzas en servir a los más necesitados. Mientras se declara su santidad, su feligresía en diversas latitudes de Latinoamérica, con júbilo sublime le seguirá implorando milagros como «Beato», penúltimo ascenso en la elevación a la sagrada categoría de santo.

José Gregorio Hernández Cisneros, nació el 26 de octubre de 1864 en Isnotú, pequeño pueblo enclavado en una meseta cercana al suroriente del lago de Maracaibo. Dotado de prodigiosa inteligencia, pues a los 17 años con honores recibió el título de bachiller. Cuando estudiaba bachillerato le manifestó a su padre el deseo de estudiar jurisprudencia; sin embargo, su padre, que era propietario de una tienda miscelánea en la que preparaba recetas medicinales, lo inclina al estudio de medicina.

Su madre católica muy casta, falleció dejando a su hijo con apenas 8 años. Desde entonces, por su raigambre católica comienza a visitar la casa cural de su pueblo y aprende a tocar los instrumentos musicales de la iglesia, donde colaboraba en las celebraciones de la santa eucaristía. A la vez inicia el aprendizaje de latín, francés, inglés, alemán y otros idiomas, además leía textos de teología con preferencia la biografía de San Francisco de Asís.

Al concluir el bachillerato se traslada a Caracas a estudiar medicina en la Universidad Central de Venezuela (UCV), donde se destacó y se graduó como el mejor de su promoción. Regresa a su pueblo natal a cumplir la medicatura rural obligatoria, sin terminarla es convocado por la UCV para ofrecerle la beca otorgada por el gobierno francés, para cursar estudios especializados en París, sobre microbiología, histología, patología, bacteriología, embriología y fisiología experimental.

De París pasa a Berlín, Alemania, a complementar conocimientos de morfología.  Al culminarlos regresa a Caracas como profesor de la UCV, con equipos de tecnología avanzada por encargo del gobierno venezolano, entre estos un microscopio moderno que entonces no había en Venezuela. Posteriormente viaja a Madrid, España y a Nueva York a actualizar sus conocimientos científicos.

En su país es considerado el pionero de la pedagogía científica. Fundador de la escuela de bacteriología, el primero en publicar estudios clínicos de esta disciplina en Venezuela. Publicó múltiples ensayos de diferentes temas de la medicina y es el autor de varios libros de literatura y filosofía.

La frustración de José Gregorio Hernández Cisneros fue no haber sido sacerdote, aunque lo intentó en tres ocasiones. La primera en el monasterio de la Orden de San Bruno en la Cartuja de Farneta, de donde fue retirado por prudencia, debido a que su fragilidad corporal no resistió la enérgica disciplina de los cartujos. La segunda fue en el Seminario Santa Rosa de Lima de Caracas, su retiro se debió a una afección pulmonar que, algunos de sus biógrafos, la documentan como tuberculosis.

Tres años después viaja a Roma, a recibir cursos de teología con el propósito de reingresar a otro monasterio de seminaristas, pero otra vez le reincide la enfermedad y lo obliga a retornar a su patria, en la que continuó sus cátedras científicas, su profunda devoción católica como miembro de la Orden Franciscana y prestando atención caritativa a los enfermos pobres después de visitar a sus pacientes privados, entre los cuales había varios de la más alta aristocracia de la sociedad caraqueña.

El 29 de junio de 1919, en horas de la tarde, después de cumplir sus obligaciones remunerables, como era su costumbre rutinaria a prestarle servicio médico gratuito a los pobres en un consultorio especial para ellos, esa tarde ya tenía la información de una señora desvalida muy enferma, en su afán por atenderla, no vio el carro que pasaba y fue atropellado, golpeándose la cabeza con el borde del andén, alcanzaron a  llevarlo al Hospital Vargas, donde él era profesor pero desafortunadamente murió el siguiente día. Su entierro tuvo concurrencia multitudinaria. Sus despojos reposan en la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria de Caracas, donde llegan los feligreses a implorarle milagros y a pagarle promesas.

Ahora cuando nos amenaza la pandemia de un nuevo coronavirus, inevitable recordar que al doctor José Gregorio Hernández Cisneros le correspondió atender a enfermos infectados por el letal virus de la gripe española que, comenzó en 1918 y según reportes históricos en Europa y otras latitudes del mundo, en el lapso de 2 años mató a más de 50 millones de personas y en Caracas, esa gripe pandémica exterminó a miles alcanzando en los días críticos 98 defunciones diarias. Empero, el famoso médico benefactor del pueblo murió atropellado por un carro cuando en aquel tiempo por las calles de Caracas el tránsito vehicular era muy escaso. Paradojas de la vida en el cotidiano quehacer y acontecer.

Tras la repentina muerte del doctor José Gregorio Hernández, aumentó el fervor por su don de sanación, circunstancia aprovechada por avivatos que convirtieron su virtuoso legado en esoterismo lucrativo. Lo cierto es que, tanto el esoterismo arribista, como sus ensayos científicos contrarios al dogma del creacionismo monoteísta de la iglesia católica, han entorpecido la canonización del médico José Gregorio Hernández Cisneros, a pesar de los millares de milagros testimoniados.

POR: JOSÉ ROMERO CHURIO/EL PILÓN  

Categories: Crónica
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