Desesperados. No encuentro otra palabra repetida con decenas de personas a quienes pregunto cómo están pasando estos días de encierro, y si tienen fuerza, voluntad, resignación, ganas o qué sé yo, para soportar el tiempo venidero. Y todos, supongo están en familia. Si observamos las causas que han aumentado ahora, la violencia intrafamiliar y los delitos cibernéticos son quienes llevan la bandera de prueba y ensayo en la sociedad actual. Algunos como hurto, estafas, falsificaciones y la antigua y actual violencia con otras caras, siguen vivos.
Hay miles de razones para el caso. Los expertos afirman que el diálogo aplazado de tanto tiempo es el culpable. Los encuestados dicen que no tienen nada de qué hablar. Otros opinan que han hablado tanto del mismo tema que ya no quedan soluciones. Terceros reafirman que todos los temas se agotaron por culpa de alguien. Nadie acepta culpas, nadie responde, al fin cada quien se porta como quiere y puede, no como los parámetros sociales, religiosos o jurídicos quisieran. Todos intentamos soportamos, una gran minoría esta resignada, la otra en espera. ¿Esperar qué?
La famosa periodista Ariana Fallaci dijo alguna vez que la familia es un invento de la sociedad, pero solo sirve para que nadie sea feliz, algo así. Los psicólogos la han definido de muchas maneras, por ejemplo: la familia, es un sistema con identidad propia, que incluye a varias generaciones, cuya principal función psicológica consiste en la trasmisión de un legado; una idea digna, positiva y diferenciada de quienes somos nosotros. Estos legados familiares en ocasiones son dañados por diferentes acontecimientos (tanto internos como externos) y esto influye en las diferentes maneras que tienen estos sistemas a la hora de relacionarse entre sus miembros y con el resto del mundo.
Es real, no nos aguantamos juntos ni la familia que heredamos, que no es nuestra culpa, ni la que construimos, a pesar de ser una decisión personal y a veces grupal, nos llena un tanto y nos deja vacíos otro tanto mayor.
Desde la mañana con café inicia el desacuerdo. Muy dulce, amargo, simple, cargado, con jengibre, con canela, hasta el pocillo y la cantidad tiene cierta culpa cada amanecer. Lo aceptas para iniciar bien el día, rechazarlo es el primer tiro de la batalla. Todo es resignación, alivio, historia, tradición, seguimiento, aguante, al final quién diablos dijo que vivir juntos era fácil, es el acto más grande de tolerancia que tenemos.
Luego el desayuno, desde el capricho de servir, hasta la forma de freír los huevos, su cuota de sal, la pizca de pimienta, duros, suaves, medios. Y pensar que cada mañana aceptas una decisión de otro gusto, pudiendo hacer huelga por los tuyos.
Pongámonos a seguir el mismo ejemplo de familia que vivimos, inventar otra cosa, será peor, no salimos del actual virus, cuando ya un avispón asiático nos amenaza. Quietos mejor, mientras nos vigilan de todas partes.