A partir de esta columna, orientaremos un debate argumentado con cohesión social y sentido de identidad; abordaremos la participación de una ciudadanía que incida y decida; que reflexione al máximo hasta donde influyen los medios de comunicación social, prensa, radio y TV en la conducta del individuo, la familia y la sociedad.
Para nadie es extraño que el ciudadano de a pie es movido e impactado por los mensajes del gobierno transmitidos por los medios de comunicación; sin embargo, se observa a menudo la difusión de material noticioso con improperios que profundizan la división; caso patético, el que observamos actualmente alrededor del proceso electoral, campaña 2018, donde algunos candidatos se creen con patente de corso para calumniar, injuriar; irrespetando no solo de esta manera al contradictor sino también al oyente o espectador que escucha estas diatribas belicosas. No hay derecho. Actualmente se observa un escenario donde cualquiera se considera con autoridad y lanza dardos venenosos. ¿Qué autoridad moral y ética tienen estos?
Se requiere con suma urgencia que los diferentes estamentos de la sociedad colombiana hagan un pare en el camino y articulen acciones e iniciativas focalizadas a desactivar el combustible de la guerra. Esta debe ser una solicitud argumentada con gran gallardía y sentido patriótico para que se puedan amordazar los espíritus dementes, rencorosos e impetuosos de algunos integrantes de la política moderna que se creen dueños y señores del actual momento político. Esta es una posición responsable que asumimos aquí hoy con respeto, objetividad, para exhortar a los jóvenes políticos que es menester derrotar el miedo con esperanza de cambio; sólo así se puede incidir en unas elecciones competitivas con garantías amplias y se respeten las ideas. Bajo esta circunstancia podemos entender y aceptar que un debate para que sea exitoso, debe estar nutrido de diferentes propuestas alrededor de lo político, lo económico y social; basta ya de tantos improperios e insultos en los escenarios públicos; es hora de cambiar el estilo vituperable en grado sumo y descortés.
A partir de este momento todos estamos obligados a conducir, dirigir y orientar la construcción de unas políticas públicas que posibiliten aunar esfuerzos sin egos, sin ataques; es decir, construir de manera participativa propuesta electorales serias. A este propósito están invitados los medios de comunicación para que a través de una ética de valores regulen la transmisión de discursos fuera de tono, que envenenan y no construyen; es de capital trascendencia que los medios estimen y valoren el tratamiento noticioso que se le debe dar a los temas políticos; especialmente los discursos. Aquí se debe ser cuidadoso y coherente, puesto que debemos constituirnos en un ejemplo para las futuras generaciones de comunicadores, opinadores y comunidad en general que conforman la opinión pública.
“Candidatos”, quieren hacer protagonismo en un escenario que no es el apropiado; llamamos al respeto, al diseño de un discurso constructivo, persuasivo, inclusivo que antes de restar sume. De nada sirve en estos escenarios lanzar diatribas de terror, de amenazas, de calumnias; en otras palabras esto es un irrespeto al público, puesto que este tiene derecho a escuchar argumentos razonados, políticas que sintonicen con la realidad y no enfrentamientos envalentonados, airados que enrarecen la sana convivencia.
Por Jairo Franco Salas
jairofrancos@hotmail.com