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Desafilados

“Si se embota el hierro y su filo no es amolado, hay que aumentar el esfuerzo; lo provechoso es emplear la sabiduría” (Eclesiastés 10,10)

A todos nos ha pasado. Comenzamos con entusiasmo, llenos de pasión por servir a Dios y a otros, pero con el tiempo nos sentimos agotados. Las tareas que antes nos inspiraban ahora se vuelven una carga, y la vida parece un esfuerzo constante. En esos momentos, nos encontramos “desafilados”, como un leñador que intenta talar un árbol con un hacha sin filo. 

El sabio consejo de Eclesiastés nos recuerda la importancia de detenernos y afilar nuestras herramientas. Un hacha desafilada requiere mucho más esfuerzo para cortar, mientras que una bien cuidada hace el trabajo con menor desgaste. Así es también en la vida. Cuando intentamos avanzar en nuestras propias fuerzas, sin buscar a Dios, perdemos eficacia y nuestra energía se agota rápidamente. La clave es emplear sabiduría, tomarnos el tiempo necesario para renovar nuestra relación con el Señor y permitir que Él afile nuestra vida espiritual.

En nuestra vida, podemos perder el filo de varias formas. Tal vez hemos caído en la rutina, haciendo las mismas cosas día tras día, sin tomar tiempo para una verdadera comunión con Dios. Las responsabilidades diarias, el trabajo, las relaciones y los problemas pueden desgastar nuestra fe, haciéndonos sentir secos y estériles.

Es en esos momentos de sequía cuando más necesitamos afilar nuestra “hacha”. Como dice Jesús: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso”. Al buscar el rostro de Dios a través de la oración, el ayuno y la meditación en Su Palabra, recuperamos el filo que hemos perdido.

Nuestro mejor ejemplo es Jesús mismo. Aunque era el Hijo de Dios, dedicaba tiempo a estar a solas con el Padre, a orar y a ayunar. En su ministerio, Jesús nunca actuó por impulso ni en sus propias fuerzas, sino siempre bajo la dirección del Espíritu Santo. Si el mismo Jesús necesitó momentos de búsqueda y comunión con Dios, ¿cuánto más nosotros? Jesús no solo enseñaba sobre la necesidad de buscar a Dios, sino que también modeló este comportamiento. Del mismo modo, nosotros necesitamos esos tiempos de retiro para que el Señor nos renueve y nos prepare para cumplir con nuestro llamado.

Si hoy sientes que la vida es un desierto, que tu matrimonio, tus sueños o tus esperanzas se están derrumbando, es tiempo de detenerte y buscar al Señor. Él tiene el poder de restaurarte, de devolverte la alegría y el propósito que has perdido. Al afilar nuestra “hacha” a través de la oración y la lectura de la Palabra, estamos permitiendo que el Espíritu Santo nos guíe, nos fortalezca y nos haga más efectivos en todo lo que hacemos.

Recuperar el filo no es solo cuestión de esfuerzo personal, sino de dejar que Dios obre en nosotros. Al buscar Su presencia, escucharemos nuevamente Su voz diciendo: “Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia”. Esta afirmación de amor y propósito nos impulsa a seguir adelante, no en nuestras propias fuerzas, sino en la gracia y poder del Señor.

Afilar el hacha de nuestras vidas espirituales es esencial para ser efectivos en el servicio a Dios y a los demás. No se trata solo de seguir adelante con nuestras propias fuerzas, sino de buscar sabiduría en el Señor, quien nos da nuevas fuerzas para cada día. Si sientes que has perdido tu filo, es tiempo de parar, buscar a Dios y permitir que Su presencia te renueve. ¡Mis oraciones contigo! Fuerte abrazo.

Por: Valerio Mejía Araújo.

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