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El desabastecimiento acecha a Mocoa cuatro días después de la avalancha

Foto archivo particular.

 (EFE).- Cuatro días después del alud que se llevó por delante buena parte de la ciudad colombiana de Mocoa, el desabastecimiento asedia esta capital selvática de más de 50.000 habitantes que corre el riesgo de quedar asolada por la escasez.

“No hay comida, arroz no se encuentra, no se encuentra nada. Prácticamente ya estamos aguantando hambre”, comentó a Efe Manuel Gustavo Sacoyo, comerciante que tenía un local de venta de pollo y pescado en la plaza de mercado de Mocoa.

En ese punto, anexo al río Sangoyaco, la imagen es devastadora. El alud dejó a su paso un manto de lodo y destrucción que hace inaccesible su reapertura.

Todos los alimentos que allí había quedaron también bajo el agua y el lodo y sólo se salvaron unas gallinas que estaban en jaulas en puntos elevados y algunos productos empacados que los propietarios intentar recuperar.

“Estamos en una situación crítica porque en el desastre quedamos sin nada, todo se dañó, el río acabó con todo. Inclusive ni agua (tenemos) porque los carros de bomberos (que la reparten) pasan por otro lado, no nos traen ni una botellita para tomarse una pastilla”, destaca Sacoyo, quien se queja de que la ayuda está concentrada en el centro de la ciudad y en los grandes comercios, olvidándose de los más humildes.

En los alrededores de la plaza de mercado los más afortunados venden lo último que pudieron recuperar en precarios puestos callejeros también embarrados.

A esos productos se acercan varios vecinos sin pensar en las condiciones de higiene, ya que los puestos están rodeados de barro y las moscas se agolpan en la zona.

Oliva Pato Sequén es una de las mujeres que se ha dirigido a la zona ayudando a Jorge Rebelo, uno de los comerciantes, a recuperar lo que quedó en su local y a cambio él les entregando arroz, lentejas y azúcar que han rescatado.

“Nos falta todo, no tenemos ya trabajo, nos hace falta la luz, el alimento, hemos venido aquí porque (Rebelo) se ve que es buena gente, ha perdido todo”, relata a Efe.

Ella, que tiene cinco bocas que alimentar en casa, pide ayuda del Gobierno que asegura no haber recibido hasta ahora.

Por su parte, Rebelo afirma que la plaza quedó “totalmente destruida” y se suma a las denuncias de la gente al agregar que no les ha “llegado agua, ninguna atención gubernamental”, ni de la Alcaldía o Gobernación regional.

“Ellos no tienen nada en la casa, no han recibido ayuda ninguna”, dice sobre las personas a quienes regala lo poco que salvó de su negocio.

Con base en su experiencia en el negocio de la alimentación cree que la ciudad puede aguantar como máximo quince días.

Menos optimista es Iván Darío Martínez, uno de los mocoanos que se dirigió a la plaza de mercado: “Puedo aguantar tres o cuatro días más si la situación se agrava”.

Martínez tiene a cuatro personas a su cargo y asegura que pasa “muchas dificultades” porque también le falta agua, electricidad y algunos servicios públicos, lo que imposibilita la vida.

“Nos falta mucho, pero es indispensable el agua, la luz y los alimentos que no nos deben faltar para la dieta de nuestros hijos y de las personas que lo perdieron todo”, comenta.

Sobre la ayuda oficial considera que el problema no es la cantidad sino “la manera cómo se van a canalizar estos recursos”.

Martínez denuncia que hay muchos “colados” entre quienes reciben ayuda del Gobierno porque “mucha gente no es consciente” de las necesidades “y vienen a buscar lo que no se les ha perdido”.

“Está muy mal porque hay personas que realmente necesitamos de estas ayudas”, asegura.

Los negocios del centro de la ciudad, los mejor abastecidos aunque ya no tienen reservas de agua y la energía tampoco existe, están recurriendo a los productos que tienen almacenados y algunos de los supermercados más vistosos también comienzan a padecer escasez.

Nada ayuda la difícil localización de Mocoa, en el selvático departamento del Putumayo, unido por dos carreteras dañadas a sendas ciudades de regiones vecinas y adonde se debe llegar por vía aérea a través del cercano aeropuerto de Villagarzón.

Y mientras el desabastecimiento se cierne sobre la ciudad, sus vecinos siguen buscando a los desaparecidos y el aire comienza a hacerse irrespirable por la putrefacción de los cadáveres.

Gonzalo Domínguez Loeda

EFE

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