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Demolición paulatina de los fundamentos económicos, sociales y culturales de La Guajira

Por razones de espacio imposible sintetizar en una sola columna cavilaciones que interrelacionan el pasado con la coyuntura departamental y simultáneamente pretenden articular esas cavilaciones con el presente. En ambas reflexiones el Gobierno central es un actor primordial. Ese cometido exige por lo menos un par de opúsculos incluyendo el actual. 

La Guajira, territorio caro a nuestros afectos, es una región paradójica, esencialmente por su cuantiosa riqueza en materia de recursos energéticos y otros tesoros otorgados por la naturaleza, aderezada esa paradoja por otra no menos concluyente: ubicación geográfica privilegiada. En lugar de oportunidades y ventajas para el desarrollo se han convertido en razones de atraso y subdesarrollo. Realizaremos una breve elucubración histórica para dotar de contenido tal abstracción.

Los tres lustros trascurridos entre 1960-1975 permitieron presenciar el periodo de magnificencia y prosperidad del comercio de Maicao y por supuesto del departamento; Maicao fungía como una inmensa “factoría comercial” que jalonaba al resto de municipios. 

Esos tres lustros y el siguiente fueron el preámbulo de la minería de carbón, anunciada con bombos y platillos y con frases grandilocuentes por el gobierno de la época. La Bonanza, según retahíla oficial, presagiaba el ingreso a un mundo de prosperidad, poco menos que al paraíso terrenal. La minería se inicia en 1982 con exportaciones de 90 mil toneladas -actualmente las exportaciones ascienden a unos 13,6 millones de toneladas anuales-.

Evaluada y comparada la estructura productiva del departamento, las estadísticas atinentes a la capacidad laboral y las condiciones económicas y sociales previas a la “bonanza minera” versus la realidad palpable hoy día nos lleva a la apabullante conclusión que del “dicho al hecho hubo mucho trecho”.

En una investigación realizada por el autor de esta columna, basado en cifras de las entidades oficiales demostré que los tres lustros de prosperidad señalada habían alineado y propiciado cambios importantes en términos de PIB per cápita y PIB departamental sustentados a su vez en una estructura económica armónica entre los principales sectores de la época donde predominaban comercio y agricultura.

Esa estructura económica propició un interregno de bienestar. En el intervalo posterior a ese prospero periodo aludido fuimos testigos excepcionales del desmantelamiento y trasformación abrupta de la estructural sectorial prevalente.

Amén de no traducirse en los ríos de leche y miel que se pronosticaban con la mega minería y sus supuestas consecuencias benignas. Los presumidos y fallidos impactos benévolos sirvieron de pretexto al Gobierno nacional para devastar y demoler la disposición de distintas facetas de la vida económica peninsular y todo un andamiaje diseñado y construido pacientemente por los distintos actores locales, tales como redes y circuitos comerciales, puertos y muelles artesanales erigidos en los fondeaderos naturales de la Alta Guajira, relaciones mercantiles con Aruba, Panamá, Estados Unidos, infraestructura comercial urbana cimentada en Maicao, la iniciativa privada. Todo ello fue arrasado mediante decisiones de política económica, tributaria y financiera nacional, a lo que obviamente se sumó la represión policial aduanera a todo lo que significase intentos de extracción del departamento -inclusive al interior del mismo- de productos de origen extranjeros ingresados a Maicao.

Sumadas al abierto, cuantioso y descarado lavado de activos suscitado en el interior del país y las políticas de liberación y apertura económica mundial fueron el golpe de gracia a la organización comercial históricamente constituida en Maicao. 

En lugar de generarle normativas acordes con su realidad, subrepticiamente le crearon ese escenario institucional en el contexto de una inopinada Ley de Fronteras que desvertebró la arquitectura social, económica y cultural guajiras. En conclusión, terminaron arrasando la inmensa factoría que era Maicao, antiguo polo de desarrollo del departamento. La mampara: el proyecto Cerrejón ha sido una frustración.

Estamos ante una nueva y potencial bonanza basada en las distintas capacidades renovables expresadas en sus formidables potencialidades eólicas, solares y mareomotrices. Los prolegómenos de su implementación no conducen al optimismo. A esas inquietudes me referiré en la columna subsiguiente

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José Luis Arredondo Mejía: