El 24/10/24, EL PILÓN, con motivo de sus 30 años, realizó un foro donde se dieron a conocer algunos elementos históricos de Valledupar. Uno de estos hizo alusión a su demografía cuyo crecimiento se ha convertido en un monstruo social que no se corresponde con su avance en otros aspectos como los socioeconómicos.
La venta que se hizo de Valledupar como “ciudad sorpresa caribe” fomentó la inmigración invasora de tierras lo que facilitó la creación de cinturones de miseria que comenzaron a demandar servicios públicos para los cuales el ente territorial no estaba preparado. Aquí comenzó la precarización social y económica de Valledupar; existen barrios donde ni la policía puede entrar, especie de suburbios de Cachemira (India). Esta forma de crecer una ciudad es insegura y patológica, hoy recogemos los frutos de esa loable, pero desordenada política de acogimiento; la gente no llegó acá por ser esta ciudad un centro industrial generador de empleo, ni por ser un puerto de tránsito, vinieron solo por asegurar una vivienda, algunos tienen más de una.
Valledupar es una muestra de Colombia, la mayoría de sus residentes no tienen origen autóctono. Pero el mayor crecimiento promedio anual ocurrió entre 1954 y 1964, con una tasa media de 10.73 % por año, un salto de garrocha demográfico atípico; esto pudo deberse a la población migrante que vino a Valledupar durante el esplendor de la “bonanza algodonera”, muchos de los cuales no regresaron a sus lugares de origen. En el periodo 1957-1962, cuando estuve en el colegio Loperena, Valledupar era un pueblo de calles destapadas. Entre 1964 y 2018, el crecimiento promedio anual fue de 1.87 %, y entre 1850 y 2018, este crecimiento ascendió a un promedio anual de 3.33%. Entre los censos de 2005 y 2018, Valledupar creció 1.02% en promedio anual, periodo de estabilización demográfica. Hoy superamos los 500 mil habitantes.
No es correcto decir que el crecimiento fue exponencial porque este solo ocurre cuando se crece lo mismo cada año en un parámetro de tiempo, no todo crecimiento exponencial es grande, puede haberlos muy pequeños, esta expresión se convirtió en una muletilla que doctos y bárbaros quieren pronunciar. Los estudios demográficos son un elemento clave de planificación. Según el censo de 2018, Valledupar tenía 121.534 viviendas con un promedio de 3.78 personas por vivienda lo que nos indica que no había hacinamiento, algo positivo. En 2018 la niñez y la juventud, menores de 14 años, representaban el 29.83% de la población total; también, la mediana etaria era de 20.35 años; esto significa que la mitad de la población estaba por debajo de esta edad y la otra mitad por encima, cuando en el país era de 27.65 años y el departamento 23.33 años.
Por otro lado, según el censo de 2018, el índice de envejecimiento de Valledupar era de 17.7 mayores de 65 y más años por cada 100 jóvenes menores de 15 años, uno de los mejores de las capitales de departamentos. También, el bono demográfico de Valledupar para 2018 fue de 1.85, esto es, por cada 100 personas no aptas para trabajar, 185 sí lo eran. Este indicador tiene una amplia incidencia positiva hacia el futuro donde los jóvenes podrán cubrir el bono pensional. Esta es una ciudad de jóvenes cuyo futuro no ha sido planificado y por lo tanto impredecible.
Ni en Valledupar ni en el Cesar se planifica, carecen de personas doctas en esta materia o no las buscan, los planes de desarrollo en su mayoría son de “corte y pegue”, la ejecución presupuestal es mecánica, tiene comportamiento vegetativo y por eso los indicadores socioeconómicos marchan a la deriva. Esto es lo que más debe preocuparnos como ciudadanos, no la presentación de narrativas inocuas, estos dos entes territoriales son sepulcros blanqueados que toman relevancia en los periodos electorales cuando los seguros ganadores no están preparados para gobernar. Está haciendo historia que los gobernantes no se recuerdan por sus obras sino por sus excentricidades y procesos judiciales.
Por: Luis Napoleón de Armas P.