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Democracia y libertad de prensa, ¿una farsa?

En el año 1776 a.C., el dios Marduk ordenó a Hammurabi que refundara a la humanidad (los vocablos se repiten) con tres clases sociales: gentes superiores, plebeyas y esclavas, así lo expresa el código de su mismo nombre; el diluvio universal mil años después de la Creación, ordenado por Dios como castigo, fue el segundo reconocimiento del Creador de que el mundo no era perfecto, que se podría perfeccionar. ¿Falló la divinidad? Curiosamente, 1776 años d.C. fue promulgada la constitución de los EE. UU., un texto que supuestamente empoderaría a la mayor democracia del mundo. Según el israelí Yuval Noah Harari (Sapiens), estas dos obras son la mayor farsa de la humanidad.

La libertad de prensa es un derecho muy sacralizado con un horizonte muy limitado, lo que existe es libertad de periodismo mercantil; la prensa suele convertirse en un instrumento de penetración y dominación, existen cosas que no se deben ni pueden decir, a veces se archivan convirtiéndose en secretos de Estado. Esos archivos sirven para encubrir, pero también para sancionar. Recientemente fueron desclasificados unos archivos en los EE. UU. en los cuales figuran Julio César Turbay Ayala, presidente de Colombia, y algunos ministros entre ellos un general, pero la justicia gringa consideró que era preferible tener un aliado en la lucha contra la subversión y el comunismo que sancionar a un narco: de dos males se escoge el menor. A la lucha contra el narcotráfico le ha faltado sinceridad, por eso no ha sido eficaz. La contraprestación que ofreció Turbay por taparle un crimen fue el “estatuto de seguridad”, pero al cartel de Medellín también le cumplió dándole la Aerocivilque permitió la construcción de centenares de pistas para el narcotráfico; ahora se entiende que significa “reducir la corrupción a sus justas proporciones”.

Hoy todo está en función del delito, se consolidó la triada narcos – clanes políticos – instituciones; incluso, las “gloriosas” FF. MM. alteraron su misionalidad figurando en la nómina de los narcos, la mafia es peor que el comején.Esto no hubiera sido posible si la política internacional de “el mejor amigo de Colombia” no tuviera un doble rasero.Ya nada se puede hacer, Turbay murió y a su nieto senador, que se automuestra como un dechado familiar, judicialmente tampoco se le pueden cobrar las flaquezas de su abuelo porque no existen crímenes de sangre; solo una sentencia social lo puede conminar. 

El único que se inmoló por los pecados de otro fue Jesús. El caso de Assange es otra versión de la libertad de expresión; este periodista y activista de internet publicó documentos que mostraron la monstruosidad que en la oscuridad ejerce el “adalid de la democracia” contra sus adversarios ideológicosexcediendo los postulados sobre los derechos humanos que ellos dicen defender. Es el colmo de la hipocresía. Assange no hackeó, solo divulgó una investigación hecha por Anónimos que también publicaron algunos diarios norteamericanos. ¿Por qué contra estos no hubo sanciones? Lo que quieren es mostrar un chivo expiatorio como violador de lo que llaman con eufemismo secretos de Estado. ¿Tendrá secretos para guardar la democracia? Creo que no, si esta es el gobierno del pueblo, para este no deben existir reservas informativas. Los EE. UU. piden su extradiciónpara que se pudra en una cárcel gringa por un delito inexistente, informar al mundo sobre los excesos de las guerras. Harari tiene razón. La verdad, si los EE. UU.quieren justicia, que publiquen todos los archivos que tienen sobre los narcos colombianos, solo así podremos cortarleslas cabezas a esta hidra que tantas tragedias nos ha causado.Colombia necesita formar un hombre nuevo, al menos una generación, única forma de cambiar.

Luis Napoleón de Armas P.

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