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Delfinazgo presidencial

Después de deleitarme con Clímaco Arzayús y su vástago Julián Arzayús, personajes principales de la novela El Delfín, obra del género costumbrista de la autoría del abogado y periodista colombiano Álvaro Salom Becerra (1922-1987), que por fortuna pude encontrar en formato PDF, no me quedó más que reflexionar sobre el tema de los delfines políticos en nuestra querida Colombia.

El diccionario Rae define en la acepción que nos interesa como Delfín: “Al sucesor designado o probable, de una personalidad importante, especialmente de un político”. En este orden de ideas y haciendo una retrospectiva del asunto, tenemos que, en el pasado reciente Alfonso López Pumarejo cuyo tercer período presidencial fue de 1944 a 1945, y Misael Pastrana Borrero 1970 a 1974, han sido los últimos presidentes cuyos hijos han ostentado también esta dignidad, me refiero a: Alfonso López Michelsen (1974/1978) y Andrés Pastrana Arango (1998/2002), lo que significa que desde hace más de 20 años no tenemos un delfín en la pecera, léase: Casa de Nariño.

El tema, para quienes se encuentran persuadidos de que esto de gobernar un país es para quienes nacieron con ese “don divino” y defienden a ultranza el paso por la primera magistratura de quienes, por “sucesión hereditaria” han obtenido ese derecho, se torna muy preocupante pues desde hace más de veinte años, insisto, han visto frustradas sus aspiraciones.

No obstante, para fortuna de ellos se vislumbran en el cauce del río dos delfines de agua dulce que reúnen los requisitos que a la hora de la verdad, se reducen únicamente al hecho de ser descendientes por línea directa de presidente. Ambos con excelente pedigree, por pura coincidencia nacieron en el Eje Cafetero, por coincidencia ambos tienen 39 años, uno es ingeniero químico, y el otro es economista y político; a este último muchos le critican injustamente (¿?) la ligereza de haber firmado una ley sin haberla leído antes. Al otro, se le critica por haberse mantenido estratégicamente apartado de los avatares políticos, pero su “aleta dorsal”, le ha permitido un vertiginoso ascenso en el campo empresarial, donde nada con gran destreza cómo “cetáceo” en el agua, con negocios multimillonarios que, para una insignificante y fastidiosa minoría, han dejado mucho que desear desde el punto de vista ético. Con lo dicho, no es necesario mencionar sus nombres. Me voy a permitir, por último, hacerles una muy puntual y respetuosa recomendación, no dejen de leer El Delfín, es el libro ideal para este confinamiento.

Nota de cierre: Me uno de manera entusiasta al festejo de El Pilón por sus 26 años de férrea e incansable lucha, por la defensa de la libertad de expresión, la democracia y la ética periodística, y hago votos por la consolidación de su futuro empresarial.

darioarregoces@hotmail.com     

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