Hago un resumen: ganó el No, contra todo y contra todos, en la campaña más desigual de la que tengamos noticia. Sin embargo, el Gobierno y sus mayorías en el Congreso desconocieron de forma grosera el resultado y le hicieron conejo a la democracia, con el argumento falso de que había un nuevo acuerdo. La verdad es que nunca lo hubo. Hubo, sí, algunos cambios menores que respondían a peticiones de los voceros del No, pero, para usar las palabras de funcionarios del mismo gobierno, lo “estructural” quedó idéntico.
Con todo, el Gobierno y las Farc tenía que sortear la condición, que ellos mismos habían puesto, de que hubiese una refrendación popular del acuerdo, a la que también habían condicionado la entrada en vigencia de ese engendro que se ha llamado acto legislativo para la paz. Y aquí la Corte se lavó las manos, renunció al ejercicio de sus competencias, y le dijo al Congreso que sería él quien estableciese si la tal refrendación popular se había dado. Y las mayorías enmermeladas del parlamento decidieron suplantar la voz del pueblo, porque el pueblo había dicho otra cosa, y, por supuesto, dijeron que ellos eran la tal refrendación “popular”.
Ahí sí fallamos. No supimos responder a la trampa. Nos quedamos apostando a que la Corte Constitucional haría su tarea de defender la Constitución y la democracia, a que al menos haría respetar sus propias sentencias.
Pero el pasado es el pasado. La realidad es un presente en el que por cuenta del “proceso de paz” se barrió con la democracia y se dañaron gravemente las instituciones.
Las mayorías del No deben transformarse para enfrentar esa nueva realidad y para trabajar por hacer los cambios que se necesitan para recuperar el rumbo de la Nación y asegurar, otra vez, el valor del voto, la vigencia de la Constitución, manoseada de manera tan grosera, y la institucionalidad republicana.
Es el momento de luchar en términos positivos. Dejar el No a los acuerdos y pasar a un Sí a la democracia y a las instituciones que le son indispensables para su supervivencia: vigencia del estado de derecho, de la Constitución y la ley y no del “hago lo que se me da la gana” del Presidente, primacía de la voluntad mayoritaria con respeto de los derechos de la minoría, independencia de la rama judicial y de la legislativa y sistema de frenos y contrapesos para limitar el poder presidencial.
Es indispensable una coalición de mayorías, de todos aquellos que creemos en la paz, pero no así, con violación de la Constitución, con hipertrofia del poder del presidente, y con subordinación servil del Congreso y la Constitucional.
Es el momento de construir un frente republicano. Un frente que recupere el poder, que enfrente a la izquierda radical y al gobierno tramposo, y que encamine al país al futuro de transparencia y prosperidad que se merece.