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Del ficcionario y esperanzador discurso a la realidad

El concepto de “Justicia Social” siempre ha sido trascendental en el discurso de la izquierda colombiana. El recuerdo más reciente que tengo, fue ver a Carlos Gaviria Díaz proclamar un poema del antioqueño Carlos Castro Saavedra titulado ‘Caminos de la Patria’,  al final el fundador del partido político Polo Democrático Alternativo afirma: “eso es lo que nosotros pretendemos”, y se escucha la fervorosa ovación de los espectadores.   

Para entonces, un gobierno de la izquierda era en nuestro país: una expectativa lejana, un difícil inicio y un gran esfuerzo por sembrar la semilla de la paz, justicia social y tolerancia en el subconsciente colectivo del electorado colombiano. La semilla que sembraron los optimistas del Polo, es hoy un árbol en crecimiento, Gustavo Petro, quien militó en el partido político es el presidente de la República  y Francia Márquez, una mujer con una historia de superación personal extraordinaria, es la vicepresidenta. 

Es para la opinión internacional sobresaliente que un excombatiente de un grupo al margen de la ley llegue, después de un proceso de justicia transicional, a la presidencia de la  República por medios democráticos; y que una mujer perteneciente a uno de los grupos minoritarios más golpeados por la incansable violencia de nuestro país sea la vicepresidenta. 

Sin embargo, esto no significa la realización de los ‘Caminos de la Patria’ de Carlos Castro Saavedra, es solo una escaramuza para las vicisitudes que trae el crecimiento de un frondoso y productivo árbol que pretende darle sombra a toda la diversidad que trae consigo Colombia y sus circunstancias. 

¿Ser colombiano es un acto de fe? Estoy seguro, ¿es hoy nuestra Colombia herida más vivible que antes? No creo. “La potencia mundial de la vida” y “el vivir sabroso” apenas empieza, y va entendiendo que el ficcionario y esperanzador discurso se supedita a una realidad llena de ambivalencias, que desde la democracia se puede consensuar, pero desde las armas, lamentablemente no admite ningún acuerdo; que los discursos tienen consecuencias en la moneda y que a veces lo que parece a simple vista favorable, termina siendo un arma de doble filo para la macroeconomía o la inversión extranjera.  

 Aportar a la construcción de la patria es tarea de un demócrata, por el  contrario, construir la patria en el sentido amplio de la palabra es darle un espaldarazo a los predecesores y a la democracia.  Ojalá que en esta Odisea de cuatro años “los nadie”(como afirmaba Francia Márquez en su discurso para hacer alusión al poema de Eduardo Galeano) den para vencer a los muchos cíclopes que se vienen; y a nosotros los ningunos, los hijos de nadie, los dueños de nada, los ninguneados, los jodidos y rejodidos, nos caiga a lloviznita la buena suerte, porque el discurso mesiánico que nos prometieron no es viable en este pronóstico de interminable sequía de infortunio.

Por Pablo Daniel Hernández Iguarán 

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