X

“… Del ala de una libélula…”

Los entes encargados de difundir las expresiones artísticas, culturales, o como se quieran llamar, están fallando en la promoción de sus eventos, de sus logros y en dar a conocer a los actores que cada día se enfrentan a la ilusión de que sus obras se conozcan; sé lo que es eso, lo viví; y esgrimí, como la mayoría de los escritores, una tímida humildad al decir “Yo escribo para mí, como una necesidad”. Y no, cuando uno publica un libro es para que lo lean; se quiere compartir el trabajo de horas, días, años y escuchar las críticas o más bien las apreciaciones que del producto de noches de desvelos hagan los lectores.

Este preámbulo lo hago ante el libro ‘El discurso de la lluvia’ de Félix Molina Flórez, un poeta nuestro, ganador del Concurso Departamental de Poesía del año pasado, convocado por la Biblioteca Rafael Carrillo Lúquez; comencé a leerlo, un regalo del autor, en Valencia de Jesús, donde coincidimos en una jornada de promoción de la lectura, y fue allí donde afloró el asombro, como siempre me pasa ante un poema que tiene alma, ¿la del autor? No sé, lo que sí es cierto es que los buenos poemas son los que tienen alma propia, y los de este libro están llenos de una dulce energía que nos lleva de la mano a adentrarnos en nuestras más recónditas emociones.

Leer: “En la estación del tren /un viajero apretuja la nostalgia / en su maleta vieja /La distancia se parece a la vejez / y la noche a un fragmento de Dalí”, Y sigue: “En otra estación / una vieja saca una metáfora oscura / y la extravía en su memoria…” Siempre he pensado que en la vejez estamos, con un boleto en las manos esperando a que pase nuestro tren. Este solo poema da pie para una columna, es más, para un libro de ‘nostalgias perdidas en la memoria’.

Creo que el poeta Félix Molina Flórez, no es consciente de la profundidad de su obra, cada poema, además de reconciliarnos con nuestros anhelos perdidos, nos deja en un agradable mundo de reflexiones y con el deseo de haber sido uno mismo el escritor de esos versos que son además, parábolas, epitafios, una verdadera bitácora, como él dice, de la caída, de levantarse y seguir el camino con Rulfo, con Sábato, a la deriva, en la lluvia, “…en los cuerpos que transitan este paraíso, que han perdido su significado como una tilde dibujada en el vacío.”

Este es uno de esos libros que uno no quiere soltar, que lo lleva siempre en la mano y cada vez que lo abre surge otro asombro al leer algo como: “La metáfora más bella / ha sido robada del ala de una libélula…” o quizás: “El olvido me juró que vendría /aquí lo espero con un ramo de recuerdos / en las manos”.

Por Mary Daza Orozco

Categories: Columnista
Mary_Daza_Orozco: