En el ambiente del niño, el hogar ejerce una influencia decisiva proporcionándole los elementos físicos y morales que han de construir su personalidad. Luis Carlos Pérez dice: “La personalidad innata del infante tiene su primer contacto con el medio a través de la familia y este ambiente familiar es el más propicio para modificar la personalidad innata”. Agrega: “El ambiente social inculca creencias, convicciones, hábitos”. De este ambiente en el niño surge el concepto de lo que puede considerarse bueno o malo, opiniones, vocaciones, inclusive convicciones políticas. ‘Nuevas bases del Derecho Criminal’, página 213. Basta lo dicho por el profesor Luis Carlos Pérez para que comprendamos la importancia de levantar al niño en un ambiente favorable a su formación.
Desgraciadamente entre nosotros es muy difícil que el niño se levante en un ambiente favorable, pues en Colombia una ínfima minoría vive en la opulencia, la inmensa mayoría está en la miseria y habiendo miseria el trabajo obligará a abandonar el hogar, no se podrá ir a la escuela, habrá que vivir en choza antihigiénica, en barrios habitados por personas de malas costumbres, de un pasado pésimo y, si es el caso, con frecuentes problemas con la justicia. Naturalmente que en un ambiente desfavorable solo se le brinda al menor la oportunidad de presenciar las escenas deplorables que impresionan su delicada sensibilidad. Y a todo ello podemos agregar que al niño le gusta imitar mucho, nunca podemos esperar que ese menor en el futuro sea una esperanza para la patria, antes por el contrario, será un futuro delincuente.
No es por eso indiferente la condición del hogar, y para que constituya un elemento benéfico en la educación del niño debe ofrecerle los elementos necesarios para formar sus cualidades sociales, esto es su personalidad moral, mediante el cultivo de sus sentimientos. Si analizamos los elementos materiales encontramos que la habitación del niño tiene una importancia fundamental, desde luego, debe ser higiénica a fin de garantizar su salud. El espacio amplio para los juegos es otra condición indispensable, cuya falta trae perniciosas consecuencias. El niño necesita correr y jugar, pero al no poder hacerlo en un rincón oscuro de una miserable pieza, sale a la calle, donde traba amistad con otros muchachos de la misma condición, que lo inician en el aprendizaje de costumbres malsanas.
La calle es para el niño el ambiente de liberación, allí corre y juega con libertad y ello es un alivio para las madres que se ven libres de molestias de los hijos. Un día cualquiera el niño, siguiendo a sus compañeros, se aleja del hogar y no regresa en la noche. Un amigo lo invita al cine o al río. Se le hace tarde y ante el temor del castigo prefiere no volver, iniciándose en la vida vagabunda. Imitando a sus compañeros hace sus primeras prácticas en los oficios callejeros que le proporcionan las primeras utilidades. Entonces conoce el aliciente del dinero obtenido con poco esfuerzo, y el ambiente del hogar se vuelve pesado, no le satisface rehuyendo de él, de ahí la tragedia infantil que observamos a diario.