Por estas épocas de polémicas, posverdad y posconflicto, no somos pocos los difusores y defensores de la música vallenata que hemos prendido las alarmas y llamado la atención sobre otros géneros que se han disparado en el gusto de millones de colombianos y que amenazan con quitarnos el trono de ícono o símbolo de Colombia en el mundo.
En la Colombia naciente del siglo XIX fue el bambuco el que ostentó ese honor, la región andina y su tri-etnia con prelación de lo español, confluyeron en tiple, bandola y guitarra, para regalarnos una música hermosa que fue muy difícil de destronar; sin embargo, en los albores del siglo XX, llegó la cumbia y se quedó por casi cien años como la representación o el símbolo de nuestro pueblo en el mundo.
Ya en la segunda mitad del siglo XX irrumpió el vallenato con una fuerza arrolladora, primero en la costa Caribe y luego, en menos de veinte años, se apoderó de todo el territorio nacional, llegando a posicionarse a partir de los años 80 como el ícono o símbolo musical de Colombia en el mundo; así lo comenta Daniel Samper Pizano cuando afirma: “Su condición narrativa, la sencillez de su triada instrumental, su representatividad étnica y una dosis importante de buena prensa permitieron que la música de acordeón saliera de fondas y caminos y ocupara clubes, salones, estudios de grabación, casetas y estadios. Conjuntos e intérpretes como Guillermo Buitrago -en los primeros tiempos- y luego Bovea y sus Vallenatos, el Binomio de Oro, los Hermanos Zuleta, los Hermanos López, Jorge Oñate, Alejo Durán, Colacho Mendoza, Diomedes Díaz, Alfredo Gutiérrez y Los Betos (por sólo nombrar algunos de los más comerciales) contribuyeron a la difusión del vallenato en todo el país. Luego se encargaría Carlos Vives de pasearlo por el extranjero, y las obras de Gabriel García Márquez le suministrarían el sostén mítico al que debe su reconocimiento como elemento cultural y literario”.
Además de proteger y salvaguardar la verdadera esencia del folclor vallenato, tenemos también la difícil misión de no permitir que de la representación musical de Colombia en el exterior seamos desplazados fácilmente, porque sin duda hemos hecho méritos para quedarnos por varios siglos con ese trono; no en vano logramos ser incluidos en los premios Grammy Latinos y ya en cualquier parte del mundo se habla y se conoce más del vallenato con V y no del ballenato con B, hijo de la ballena.
Entonces, no se trata de ponerle zancadilla a los géneros musicales nacientes y que con ímpetu tratan de sobresalir y quedarse con el honor de ser la música representativa de Colombia en el exterior, sino simplemente de proteger nuestras riquezas culturales y literarias, que se han ganado a brazo partido un lugar en la historia de la nación y que aspiramos continúen por mucho más tiempo siendo íconos de Colombia en el mundo.
COLOFÓN: Éxito total el Festival de Canciones Samuel Martínez de la Loma, Cesar, allí ya se institucionalizó el conversatorio sobre las raíces del vallenato, en el cual este año tuvimos el honor de participar.
Por Jorge Nain Ruiz