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Declinismo o la verdad de un mal presente

Sentarse frente a la vida y asumir una actitud de felicidad, aún sabiendo que el mundo está al revés y que las cosas no marchan bien, sabiendo además que muchas personas no sienten en el corazón de bondad lo mismo que tú, eso es complejo. 

Las redes sociales las vemos llenas de buenos pensamientos; mensajes hermosos que a la luz de un nuevo día te harían pensar que la vida va a cambiar. 

La realidad de este pensamiento poético, que para otros puede ser considerado cursi, es totalmente diferente;  y seguimos pensando que “todo tiempo pasado fue  mejor”. 

Esta frase nos ha marcado durante siglos, no es una cosa nueva, tampoco la añoranza cercana de las personas adultas que de una u otra forma atesoran el “declinismo” como un estilo de vida. 

Si bien hay nostalgia de por medio, este término es preciso cuando se define la creencia de vieja data  que vivimos peor que antes y que añoramos siempre  las cosas buenas de la vida, teniendo en cuenta que antes también se vivieron cosas… no tan buenas.  

El declinismo  se alimenta de la nostalgia, pero son términos distintos; porque incluye una valoración negativa del tiempo actual respecto al pasado, que se extiende al futuro. Básicamente pensamos: “Estábamos bien, estamos mal y estaremos peor”.

El término “declinismo” es reciente,  fue acuñado por el político estadounidense Samuel P. Huntington, en 1988, para describir el pesimismo político y económico del país aquel año. 

Actualmente, el diccionario de neologismos Word Spy lo define como “la creencia que algo, sobre todo un país, sistema político o económico, está experimentando un decaimiento significativo y posiblemente irreversible”. Esto nos debe sonar muy familiar, bastante familiar diría yo.   

Por esas razones de peso, de añoranzas y nostalgias, ser feliz es una actitud que cada quien debe asumir, aún a costa de tener que sonreírle a la mala situación; a las acciones corruptas, que dejan sin trabajo y sin salud a miles de colombianos; a campesinos sin tierra que labrar; a estudiantes sin colegios y con hambre;  a políticos sin credibilidad que compran sus credenciales a punta del TLC  -Tamales, Lechona y Cerveza-  que en época electorera se ponen de moda. 

Debemos asumir la felicidad aún en contra del agravio del amigo, ese que te da la espalda cuando quedas sin valor, en la desgracia. Amigos deshonestos que a la primera caída se aprovechan de ti. Hay miles así. 

Sin embargo no hay nada como ser feliz, agradecido, valorar al amigo por  humilde que sea; brindar una sonrisa, un abrazo sincero,  de esos que te acomodan el alma y que te exhortan a seguir,  creyendo que sí,  sí es posible ver a Valledupar convertida en un campo de poesía y de música. Como antes. 

Quizás con esto podamos cambiar el mal presente y no vivamos en función del declinismo.

Colofón: Nos unimos en oración por la salud de Carolina Rodríguez Plata, y todos los que por infortunio de la vida sufrieron ese penoso accidente; César Rodríguez  y Edith Plata Vega, sus padres,  un abrazo de solidaridad en estos momentos de angustia; desde mi corazón pido vida para esa bella niña. Dios con ustedes, los quiero mucho amigos.  Sólo Eso.

Por: Eduardo Santos Ortega

Categories: Columnista
Tags: verdad
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