En las postrimerías del año 2018 persisten los adeudos históricos que asolan la esperanza y opacan la visión del país. En la presente vigencia acudimos a las urnas pintados de polarización. En contraste, para las elecciones de Congreso de la Republica, disminuyó el abstencionismo en comparación con 2014, ese año alcanzó el 43,58% y este año la cantidad de votantes fue del 47,8%. La abstención también disminuyó durante la primera vuelta presidencial, ha sido la más baja desde el fin del frente nacional. Y aunque la consulta anticorrupción se cayó, no logró el umbral (ironías en carne viva) por un déficit de 500.000 votos, para nada son insignificantes 11.671.420 de votos.
En cada proceso electoral la polarización fue clave, encendida con el calor de los “fake news” y los discursos populistas comandados por la combinación del caudillo y el profeta. Estos elementos son y siguen siendo utilizados para nutrir el odio de clases, la división y la capacidad de convertir a las víctimas en victimarios y viceversa. Así mismo, el diseño de campañas para enardecer a las masas, la fabricación de enemigos y el desprecio y descalificación de los medios de comunicación.
Aunque la abstención haya disminuido los procesos electorales en el país ahora afrontan las imposiciones del populismo moderno, el cual es concebido con mucha fuerza y fervor indistintamente de la corriente ideológica. Este proceso va conectado con la maciza debilidad institucional, la cual es propicia para la corrupción que carcome al país.
El mensaje directo de los electores es un grito desesperado para que los cambios que necesita el país sean implementados. Más allá de los efectos ciertos de la polarización y que aún falta rescindir la abstención, la dirigencia que comanda las instituciones deben hacerlo sujetos a la constitución y la ley, pero sobre todo, con ética. Clausuremos los conceptos gaseosos configurados en las desmedidas reformas al aparato jurídico con direccionamientos de representatividad inducida, encausado por el usufructo político y económico que solo sirven para dañar el equilibrio de poderes.
Ante lo sucedido con el desvío del debate por el caso Odebrecht, inherente al extraño caso de Jorge Enrique Pizano y el video de Gustavo Petro, recibiendo fajos de billete, a los colombianos nos debe quedar claro, que estas situaciones merecen investigación y definición judicial. Así mismo, que estas circunstancias de ninguna manera soslayan la falta de diligencia y sensatez del Fiscal Néstor Humberto Martínez.
La renuncia de Néstor Humberto Martínez, hubiera sido la entrada imponente de la frustrada reforma a la justicia, inclusive un gesto pertinente para dignificar la Fiscalía y la institucionalidad colombiana. En ese marco, era oportuno sanar el esguince al movimiento de altos cargos entre el sector público, el sector privado y viceversa, conocido como puerta giratoria.
Por Luis Elquis Díaz -@LuchoDiaz12