“Que pague sus deudas con la sociedad en una cárcel tenaz, donde vea la luz del sol una vez por semana”, que “esté incomunicado”, que “no tenga derecho a visitas”, “sólo cuando vea lo duro que puede ser, él dejará de hacer daño…” y cosas así, más duras, incluso dicen algunas personas ¿de bien? Sobre la forma cómo deberían pagar las condenas los delincuentes.
Lo cierto es que las prisiones del mundo hacen de todo menos en convertir a los convictos en mejores seres humanos. Pienso que el sistema carcelario es defectuoso. Suficiente es con apartar a una persona de la sociedad, de su gente, de su familia, para que además tenga que soportar toda clase de vejámenes indignos que nada tienen que ver con el humanismo y menos con la resocialización.
Sería bueno pensar en un sistema punitivo distinto, en donde cualquier delincuente pueda rehabilitarse como ser humano, aprender otro tipo de conducta y comenzar otra vez. Estaría muy bien en volver a pensar en colonias penales agrícolas porque trabajar la tierra sana y dignifica.
Ojo que no estoy hablando de reducción de penas ni de domiciliarias, estoy hablando de un sistema carcelario para seres humanos. Sin duda los reclusos al salir estarían rehabilitados: conociendo tecnologías apropiadas. Porque con el sistema actual, quien haya llegado a la Tramacúa, por robarse un pollo, al cabo de pagar tres años de cárcel saldrá también con un conocimiento apropiado, pero para robar un banco, trabajar de sicario, secuestrar y sabe Dios qué otros delitos.
Con los nuevos penales se evitaría, además, esa discriminación malsana entre los que tienen dinero y los que no. Estaría muy bien que los llamados delincuentes de cuello blanco sembraran arroz, hombro con hombro, con los demás seres humanos interdictos; que estudiaran, que pusieran al servicio del Estado todos sus conocimientos para echar a rodar empresas penales productivas. No estoy hablando de una fábrica de llaveros u osos de peluches; estoy hablando de una empresa de recursos renovables y energía limpias y competitivas en el mercado nacional.
Si quienes tienen el poder comenzaran a pensar en esto, sólo a considerarlo, sería el primer paso hacia un sistema carcelario digno, para seres humanos de humana condición. Y de paso el hacinamiento en las cárceles se acabaría.
La semana pasada estuvo de cumpleaños el distinguido miembro de la sociedad vallenata Roberto “El Turco” Pavajeau Molina. En la colonial y aristocrática residencia de la plaza Alfonso López, donde habita se llevó a cabo una amena y alegre recepción donde se brindaron exquisitas viandas.
Sus amigos de tertulia lo acompañaron esa noche para testimoniarle su aprecio y cariño. Entre ellos: Robert Gómez Pavajeau, Rodrigo Montero, Carlos Céspedes, Hernán Duque, Hernán Cabello, Armando Maestre, Oscar Gómez, Augusto Socarrás, Eberto Calderón, Alberto Herazo Palmera, Raúl Pavajeau, Alonso Sánchez, Roberto Pavajeau, Jaime Calderón, Alfredo Martínez, Rodolfo Maestre y José Alfonso Martínez.
Escribiendo esta columna, recibo la lamentable noticia del fallecimiento del amigo y distinguido miembro de la sociedad vallenata y patillalera Armando Maestre Martínez. Los que tuvimos el privilegio de conocerlo nos queda una profunda huella de lo que fue su amistad. Mi familia Herazo Molina, del Castillo Herazo, Kurz Herazo, Herazo Bozzi, Vergara Herazo, hacemos llegar nuestras condolencias a su familia: Pacha, Ligia, Carmen Cecilia y Miryam. Paz en su tumba.