El palo de mango de la mítica plaza Alfonso López de Valledupar está lleno de leyendas, de anécdotas y motivo de inspiración para muchas canciones, incluso en el pasado era el termómetro de las manifestaciones proselitistas ya que el candidato que lograra llenar la plaza mas allá del palo de mango era el triunfador; sin embargo, esta vez quiero contarles algo que me parece motivo de referencia y es lo que pasa durante los cuatros años de gobierno de alcalde y gobernador debajo de ese árbol y a su vez en los árboles de caucho que están en frente del edificio de la Gobernación del Cesar.
Si usted pasa a cualquier hora del día, especialmente en la mañana o finalizando la tarde por el mencionado palo de mango o por los cauchos de la Gobernación, encuentra un grupo de personas sentados en las jardineras alrededor de estos dos lugares, generalmente son las mismas personas, establecen relaciones en común entre ellas, comparten las mismas preocupaciones y en ocasiones hacen las veces de analistas, pero ¿quiénes son esas personas y qué hacen en ese lugar?
Son parte de las miles a los que los entonces candidatos les ofrecieron ayudarlos a enganchar en un puesto tanto en la alcaldía o en la gobernación, en su mayoría establecen un puesto de cacería a diputados y concejales quienes son los que más prometen puesto que tanto el alcalde como el gobernador una vez se posesionan ingresan por el sótano o por la parte de atrás de la alcaldía en sus camionetas con vidrio polarizados y no están al alcance de los mencionados habitantes del palo de mango o del palo de caucho; de hecho, algunos se hacen amigos de los vigilantes o personal de acceso que les dicen más o menos a qué horas llegan los diputados y concejales, esto por supuesto para que la cacería de los personajes sea más efectiva.
Cuando el susodicho hace su arribo, cada grupo interesado lo aborda incluso desde la salida del parqueadero cuando descienden de sus nuevas camionetas 4×4 vidrios polarizados (porque, dicho sea de paso, tiene que ser así, grande, ostentosa, que se note el poder) y empieza a repartir respuestas que ya están en un libreto: ¡hola fulano!, ¡hola zutano! “Lo tuyo ya casi sale, ya lo tiene el alcalde/gobernador en su escritorio para la firma”. ¡Y lo tuyo Mengano, estoy esperando que se apruebe el presupuesto, tú sabes que el alcalde/gobernador, encontró la olla raspada”, ¡llámame la otra semana!, la niña que se vino de alguno de los 24 municipios casi siempre se viene vestida muy sexy con su carpeta debajo del brazo, a esa, el susodicho la hace seguir a su oficina, ahí la sienta toda una mañana mientras la acosa sexualmente y la llena de expectativas, que su contrato es un hecho pero que debe esperar un poquito, que mientras tanto pueden ir a almorzar y dar una vueltica por ahí.
No son inventos míos, de hecho; por allá en el siglo pasado yo también hice parte de ese grupo de los de los palo de caucho, aunque tuve mejor suerte que los demás que se la pasan los 1.460 días que dura el gobierno esperando algo que nunca llegará, al menos pude llegar hasta el despacho del entonces gobernador a quien le había hecho una campaña de esas donde dejas prácticamente “el cuero en el alambre”, recuerdo que llegamos a los palos de caucho a las 7:45 a. m., logramos ingresar al edificio a las 10 a. m. y el señor gobernador nos hizo seguir a las 11 p. m., agotado, casi malhumorado fue despachando al grupo casi que en cuestión de segundos, yo era de los últimos al que atendió, muy amablemente me dio una notica de su puño y letra dirigido al entonces gerente del Hospital Rosario Pumarejo de Lopez, al que después de hacerle antesala por más de cuatro horas, me rompió mi preciada nota en la cara, si mal no recuerdo era un señor apellido Galeano.
Mas allá de la anécdota, alguien debe decirle la verdad a esas personas que ponen sus esperanzas en esos señores que prometen el oro y el moro en cada campaña, tanto el gabinete como la nómina de toda la administración está definido mucho antes de posesionarse y ustedes (habitantes del palo de mango y palos de caucho) no están en esa lista.
Por: Eloy Gutiérrez Anaya.