Un cesarense es el duro en El Nogal, el emblemático club de la capital del país. El es el jefe de servicios, y los socios lo buscan para asesorías en alimentos y bebidas. Ha manejado el protocolo en diferentes eventos de Presidencia de la República, embajadas, Bodas, y actos empresariales.
Para resaltar los valores de nuestra región, EL PILON, lo entrevistó.
EL PILON: ¿Cómo llegó a la Capital? ¿Hace cuánto?
KENDER ESCORCIA: Llegué hace 21 años porque siempre quise salir adelante, soy familia humilde. En mis inicios en Bosconia trabajé para el actual alcalde en el depósito El Nacional, también con William Montero en el Mercadito; mi papá, que no lo es pero es como si lo fuera, Néstor Rueda me quiso ayudar, me montó un kiosco bien surtido al frente de la casa en el cruce de Bosconia pero fue en vano, no dio resultado, este fue quizás uno de los motivos que me llevó a salir. Unos amigos en el año 93, la familia Acuña Padró, me ayudaron pa venirme a Bogotá.
E.P: ¿Cómo aprendió esa actividad, que hoy ha cogido importancia y prestigio?
K.E: Fue muy duro al principio, trabajé en el centro de Bogotá, en la plaza de las Nieves recomendado por la familia Manga, por Juancho, el tío de Alex, que me ayudó a ubicarme en la capital.
E.P: ¿Qué añora de la tierra cesarense?
K.E: La comida, las costumbres, la calidad humana de la gente, eso solo lo tenemos nosotros los cesarenses.
E.P: ¿Cómo identifica las exigencias del servicio en la capital frente a la idea inicial que tenía?
K.E: Un cambio total. De ser un dependiente de tienda, de vender bollo, cocadas y boli en las calles de Bosconia, a pasar a manejar un servicio de alta calidad donde las exigencias día a día son más altas y las expectativas de los socios se comparan con los mejores hoteles y restaurantes del mundo.
E.P: ¿Tiene alguna referencia de su actividad en el Cesar y Valledupar, cómo calificas el nivel de ese servicio?
K.E: Si. Conozco el Hotel Jorlin en Bosconia, en Valledupar el Sicarare, Tativán y Sonesta, todos cuentan con unas magnificas instalaciones, en cuanto al servicio es bueno y se preparan para competir con los hoteles de alta gama del país.
E.P: ¿Qué recomienda para mejorarlo?
K.E: Recomiendo realizar inversión en capacitación para el personal de servicio y cocina e intercambios con hoteles y clubes para poder medir estándares y estar en mejoramiento continuo.
Mi sueño sería establecer una escuela de formación de servicio y gastronomía en Valledupar.
E.P: ¿Qué piensa de la alimentación en nuestra región, es adecuada?
K.E: Me gusta mucho y pienso que se podría adecuar a las tendencias de la cultura gastronómica que se maneja hoy en día, donde se utilizan conceptos modernos con insumos autóctonos, por ejemplo una espuma de bollo limpio de maíz verde y porqué no, un chicharrón molecular. (Risas)
E.P: ¿En qué consiste su trabajo en El Nogal. Tiene personas a cargo, cuántas?
K.E: Mi trabajo consiste en velar para que todo el servicio del club, es decir, que 4 restaurantes, 4 cafeterías, 1 bar y el Centro de convenciones con capacidad para 1.200 personas, a diario funcione a la perfección, sea impecable y de alta calidad. En este momento tengo 170 personas a mi cargo.
E.P: ¿Cuál es su disciplina de trabajo, su rutina?
K.E: Humildad, hacer siempre las cosas bien desde el principio, ser ejemplo de los que tengo a cargo, eso me hace más exigente conmigo mismo, mi rutina es estar actualizado con todo lo relacionado con mi profesión. Decían en el tiempo de antes que solo se la pasaban los médicos estudiando toda la vida, hoy en día nosotros los hoteleros nos pasa igual o, si no, nos quedamos atrás.
E.P: ¿No cree que con el tiempo Bosconia será un gran centro de servicios de hotelería, restaurantes y servicios logísticos, gracias a su localización. ¿Recomienda algo?
K.E: La ubicación que tiene Bosconia es un punto estratégico para el negocio hotelero, y restaurantes para que descansen los turistas de todo el país, y más con las minas que tenemos hoy en día. Con la Ruta del Sol cada día serán más los turistas y nos toca prepararnos, no hay cultura de servicio como lo tenemos en el interior.
E.P: Háblenos de su familia, ¿cachacos ya?
K.E: Soy casado, mi esposa Ibis Mejía Rivera es de Casacará, nos conocimos en Bogotá hace ya 20 años, es mi timón, mi soporte para estar donde estoy hoy en día, ha soportado mucho con el tema del tiempo ya que trabajar entre 12 y 16 horas no es nada fácil para la familia. Fechas especiales para nosotros no hay, nos toca complacer a nuestros socios o clientes.
Tenemos dos hermosos hijos, Kellys Marcela de 19 años, quien está en la universidad estudiando lo que no quería, Administración Hotelera (risas), pero ella me dijo: “papá usted siempre ha estado en la hotelería. Tiene en mente su propio hotel y lo puedo administrar”. Terminé apoyándola, ya casi termina y las pasantías las hará en el Club, en el departamento de eventos.
Kender Andrés de 16 años, está en décimo grado, y estudia inglés preparándose para estudiar Medicina.
E.P: Sabemos que también hace aporte a las nuevas promesas de la hotelería…
K.E: Asesoro al Sena en competencias, y participo en el Politécnico Internacional. Dicté clases en la Universidad La Sabana y en ocasiones dicto charlas de servicio en universidades o como jurado.
E.P: ¿Cuando sale de vacaciones, viaja a Bosconia, qué hace?
K.E: Me la paso entre Bosconia y Valledupar, donde vive mi mamá, pero en Bosconia tengo familia y amigos que estimo. Estar en el cruce, comerme un chicharrón de la señora María es lo máximo, una arepa de huevo en la madrugada hecha en leña con un tinto de olla no tiene precio.
En enero, generalmente salgo de vacaciones y coinciden con las fiestas de San Juan Bosco, una corraleja con esa temperatura tan alta me gusta mucho y comparto con los míos, recordando mi niñez.
Disfruto de la comida, la de monte de Aguas Blancas, al igual que en La Paz una sopa o una buena carne, un chivo en todas sus preparaciones, pero la mejor comida del mundo es la de mi mamá.
Kender se despide y dice: Me gustaría dictar algún seminario a los jóvenes que manejan servicio en los hoteles del valle, en Bosconia lo haré pronto.