“Busqué a los amigos que de aquella escuela compañeros fueron, ya no era lo mismo no estaban completos, reinaba el silencio”.
Vino a mi mente el aparte que hemos transcrito de la canción titulada ‘La niña del pueblo’ de la autoría de Roberto Daza Urbina incluida por los Hermanos Zuleta en el LP ‘Mi acordeón’ en el año 1985, donde su autor hace remembranzas con los recuerdos de la niña del vestido negro y de sus amigos de escuela, tema musical que citamos y transcribimos a propósito de lo que le sucedió a un amigo hace varios años.
Como se acostumbra en nuestros pueblos cuando hay un enfermos de nuestros afectos internado en alguna clínica u hospital, una noche reciente pasada coincidimos en frente de una institución prestadora de servicios de salud de la ciudad de Riohacha, varias personas que fuimos a acompañar a las hijas y nietas de doña Nelys de Peñaranda, quienes allí se encontraban porque en el lugar permanecía recluida su vieja en la Unidad de Cuidados Intensivos. Allí conversamos sobre lo divino y lo humano, unos tomaron café, otros agua mientras los demás comíamos prójimo, uno de los presentes, el amigo José Choles entre otras anécdotas nos contó un episodio tensionante y macondiano que nos dibuja a los colombianos testigos a veces y otra veces protagonistas de la violencia de los talones a la mollera.
Dijo ese dicharachero personaje que estando muchacho en la escuela tuvo una pelea con otro niño, la cual pasó de los insultos mutuos a los puños, y terminó en una muñequera que José le metió al otro pelao, tan violenta que tuvieron que quitárselo porque ya eso estaba pasando de un pleito a una tentativa de homicidio, lo que ameritó entre otras cosas llamado de acudiente de las partes en contienda, suspensión del colegio y unos correazos en la casa, y claro el ganador se hizo acreedor del respeto de todos los guapitos que había en el curso, y el otro fue desde entonces el objetivo predilecto para la burla de todos sus compañeros por la muenga recibida.
Hasta allí todo es anecdótico, divertido, recordación y reminiscencias cuando viene a la mente aquel tiempo cuando la gente peleaba con las manos, y no como ahora que es como dice Poncho en la canción ‘Costumbres perdidas’ con “pura M1 y nueve milímetros” y un tiro no se le niega a nadie.
Como les parece que con el paso del tiempo los peleadores cada quien cogió su camino y durante más de veinte años no se volvieron a ver, y un día cualquiera hace algunos años, cuando el Gobierno Nacional irresponsablemente retiró los puestos de policía del sector rural dejando a los ciudadanos inermes a merced de los paramilitares, un día cualquiera José Choles (el ganador en la pelea) se desplazaba conduciendo un vehiculo por el corredor minero entre La Florida y El Ebanal, y se encontró de frente y sin posibilidad de evitarlo con un retén ilegal, donde se encontraban aproximadamente quince hombres con uniformes camuflados y brazaletes con las letras Auc, desde luego él enseguida pensó: “Ya no existo, existía, ya no voy para Tigrera, iba; ya no me llamo José Choles me llamaba”, y cuál sería su sorpresa cuando a la ventanilla del vehículo se le acercó un joven de edad contemporánea con la de él con un fusil Galil colgado al hombro y una pistola en la mano, quien después de preguntarle para donde se dirigía también le preguntó: ¿Tú sabes quién soy yo?, él le dijo “bueno tu cara me suena”, y aquel le repostó, “No te acuerdas la puñera que me metiste en el colegio”, este aterrorizado ante la inminencia de una venganza tardía por la añeja enemistad colegial, solo atinó a decirle mientras sus piernas temblaban, “aaahhh yaaaa, vea compadre esa fue mucha muñequera que nos metimos”, en ese momento su ex compañero de pupitre convertido en paraco, en vez de apretar el gatillo le estiró su mano, sonrió como sospechando el terror de José y lo autorizó a seguir su camino.
Definitivamente, no hay enemigo chiquito.
@Nene_AcostaM