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De la falta de oportunidades y otros demonios

Con frecuencia ocurre. Si una mala noticia se vuelve habitual, termina por ser parte del mobiliario, del día a día, por más espantosa y desgarradora que sea. 

Para la muestra un botón. Valledupar, entre las ciudades de Colombia, es de las de mayor desempleo y nivel de informalidad (vivir del rebusque). Qué vergüenza. Cuando la noticia se toma los medios se describe en cifras y porcentajes; los dígitos decoran y esconden el salvajismo del infierno en la tierra. “Que el desempleo es del XX%, que la informalidad es del XX%”. Esa trivialidad numérica e insensible es como si el médico nos dijera, entre chistes y risas, que llevamos una enfermedad terminal. Y Valledupar… se acostumbró a su grave enfermedad, y se acostumbró a la congoja, pero sin tomar medidas. Abandonamos el futuro aun cuando hay salidas. Sí, las hay. Créanme.

Para no perder la tradición de los datos, yo les doy dos: i) Si quisiéramos reunir a todas las personas desempleadas en Valledupar, tendríamos que llenar todo el parque de la leyenda vallenata y el estadio Armando Maestre Pavajeau. ii) y si quisiéramos reunir todas las personas que viven del rebusque, del día a día, en Valledupar, necesitaríamos 6 parques de la leyenda para poderlas juntar. ¿Grave? No da ni rabia ya, solo incansable tristeza.

El problema del desempleo es de todos y no solo de las 160 mil personas desocupadas, o que viven sin condiciones laborales dignas. Así, ¡todos perdemos! El número de personas trabajando y el trabajo mismo que desempeñen, son el mejor predictor de lo que será nuestro futuro. Literalmente, lo que hagan esas manos definirá el rumbo de todos ¿Por qué creer que habrá más vías sin huecos y puentes en el futuro, si hoy no hay trabajo para ingenieros civiles? ¿O por qué creer que algún día todos los productos que mercamos serán más baratos, si no hay nadie produciéndolos? Si no hay nadie trabajando en las miles de soluciones que necesitamos, esté usted seguro que seguirán los mismos problemas.

Así algunos lo nieguen, hace unos buenos años Valledupar era una de las despensas agrícolas del país; producíamos para nosotros y para el resto del país. Sin embargo, se perdió la fe en la riqueza y oportunidades de que disponíamos. A pesar del clima privilegiado, del gran suelo y la inmensa variedad de recursos naturales, eran poquísimos los que perseveraron trabajando el agro. Sin nadie que labrara el futuro ¿qué sucedió? Lo previsible: hoy, el 90% del consumo agrícola de Valledupar viene de otras regiones, los alimentos son los más caros de la zona Caribe. Como colofón, somos la quinta ciudad con más hambre del país. ¿Qué posibilidades tiene Valledupar si 7 de cada 10 personas no tienen posibilidades reales de construir futuro para sí mismo o para todos?  

Llorar sobre el pasado es llover sobre mojado. Miremos con optimismo y responsabilidad el futuro que debe construirse si o si, entre todos, con autoridad y un liderazgo incluyente, participativo. Valledupar tiene muchas oportunidades de crecimiento. El campo hay que dignificarlo con seguridad y apoyo institucional. Igual el sector servicios, acentuando nuestra condición de ciudad – región capaz de atender la demanda de los municipios circunvecinos. Es decir, desarrollar la primera ecociudad del Caribe. 

Sin embargo, la oportunidad de oro es el turismo/cultura. Tan solo en el 2019, el turismo trajo más dólares a Colombia que el café, las flores y el oro juntos. Valledupar va atrasada y lejos de muchas ciudades, pero este mosaico de colores que aún nadie ve, lo tiene todo. Tenemos juglares, poetas, artistas, inimaginables paisajes, abundancia hídrica, etnias, pisos térmicos, la Sierra Nevada a un lado y la serranía del Perijá al otro. Y tenemos infraestructura, solo que subutilizada y subvalorada. 

Yo que he trabajado empresarialmente la cultura, sé la riqueza que se puede hacer a partir de ella. Irónicamente, muchas ciudades se lucran más de nuestra cultura vallenata que nosotros mismos. Hay nuevas tecnologías de la información que, si enseñamos a nuestros jóvenes, nos potenciamos y aseguraremos un futuro prometedor.

Es hora de que se ponga fin al desaprovechamiento histórico y se abra una nueva página en la historia de Valledupar, llena de oportunidades y prosperidad. Invirtamos y concentrémonos en las áreas que nos permitan poner el mayor número de personas a trabajar. El futuro es literalmente nuestro trabajo, se hace en nuestras manos.

In memoriam: se apagó la vida terrenal de Alfonso Araujo Cotes, joven a pesar de sus 99 años. Pero su vida ejemplar seguirá siendo el faro que ilumine y guíe el destino del Cesar. Paz en su tumba.  

Por Camilo Quiroz H.

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