En ocasiones, al hablar de la construcción del tejido social, nos enfrentamos a críticas que sugieren que tales ideales son demasiado pacíficos para el gusto general. La controversia, el chisme y el revuelo son preferidos por algunos en lugar de la sana convivencia. Pero, ¿es esto realmente una necesidad inherente a nuestra era actual? ¿Es utópico pensar que la paz y el respeto mutuo sean la norma en lugar de la excepción?
Las buenas acciones parecen ser cada vez más raras, mientras que el amarillismo llena los espacios públicos y digitales. ¿Por qué esta inversión de valores?
Estas preguntas, aunque incómodas, son importantes para entender la dinámica de nuestra sociedad. Nos retan a examinar de cerca nuestras prioridades y a cuestionar la validez de ciertas conductas que perpetúan la división y el conflicto en lugar de promover la armonía.
El amarillismo y las noticias sensacionalistas tienen un atractivo casi magnético. Las personas son naturalmente atraídas por lo novedoso, lo impactante y lo emotivo, y los medios de comunicación explotan esta tendencia. Las noticias que generan reacciones emocionales fuertes, ya sea miedo, indignación o curiosidad morbosa, capturan más la atención. Esta inclinación puede ser una consecuencia de nuestros instintos naturales para prestar atención a potenciales amenazas y eventos inusuales como mecanismos de supervivencia.
Sin embargo, la difusión de escenas trágicas, como la reciente circulación de un video que mostraba los últimos momentos de vida de un joven tras accidentarse con un bus, plantea serias cuestiones éticas. Esta práctica puede estar motivada por la búsqueda de notoriedad, la presión de ser el primero en reportar una noticia o simplemente la falta de empatía.
La grabación y difusión de estas situaciones, sin considerar la privacidad y la dignidad de las personas involucradas, es preocupante, entendiendo que estos son derechos fundamentales en nuestro estado social de derecho. Esta noción es un elemento constitutivo del ser humano, propio, inalienable e invulnerable, que todo ordenamiento constitucional debe asegurar.
Es aquí donde surge la importancia de que los medios de comunicación sean más responsables en su cobertura, que promuevan la educación ética para desarrollar una sociedad más consciente y respetuosa, cambiando así la narrativa dominante. Bien dijo Martin Luther King: “La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad; solo la luz puede hacerlo”. Esto es tan cierto, porque al final no se trata solo de seguir perpetuando prácticas que van en contra de la dignidad de las personas o de visibilizar lo negativo y trágico. No es lo mismo dar una noticia de manera responsable y ética que hacerlo con morbo y sensacionalismo.
Así como se visibilizan las malas prácticas, encarguémonos de resaltar lo bueno. Un ejemplo es la actividad de la Tertulia, donde un grupo de jóvenes el pasado jueves abordaron un tema tan importante como la salud mental en una época en la que el consumo de redes sociales nos llena de información negativa. Este evento fue totalmente gratuito y contó con la presencia de estudiantes de colegios, concejales, la primera gestora, el secretario de educación y jóvenes de diferentes áreas dispuestos a contribuir a su municipio.
Aplaudo las iniciativas que buscan mejorar nuestras comunidades y animo a más personas a participar y visibilizar activamente estos temas. Solo así podremos aspirar a una sociedad donde la paz y el respeto sean la norma, y no la excepción.
Por: Sara Montero Muleth