No hace falta recalcar la situación del gremio médico y del personal de la salud como tal en Colombia. Los profesionales de la salud, inclúyase médicos especialistas, médicos generales, médicos residentes, médicos internos, jefes de enfermería, auxiliares de enfermería y bacteriólogos, constituyen el sector menos favorecido si tenemos en cuenta la carga laboral y los riesgos a los cuales se encuentran expuestos.
Mientras los recursos abundan en los negocios turbios del sector salud, háblese de industrias farmacéuticas, monopolios de hospitales y clínicas, carteles de contratación y distribución de recursos, los profesionales vinculados a este sector reciben lo que podría denominarse las sobras de un gran banquete. Aclaro, no todos logran ser partícipes de la repartición de los despojos cada mes y, algunos, solo logran saborear algunas migajas unos cuantos meses al año.
Afortunadamente y por desgracia, la pandemia del nuevo coronavirus ha servido como ventana para evidenciar la decadencia del sistema de salud colombiano y las condiciones adversas a las que se enfrentan los profesionales de esa rama. Mientras que en otros lugares del mundo batallan con todas las medidas de seguridad, en Colombia, los ¨héroes¨, como han sido llamados, son enviados al frente de batalla cubiertos de bolsas plásticas y mascarillas de tela. Muchos han sido amenazados en sus lugares de trabajo, han accedido y como es de esperarse, han dejado de ser llamados ´´héroes´´ y ahora ocupan el papel de ´´mártires´´.
La promesa escueta del presidente de la República sobre una prima a los nuevos ¨héroes¨ de la patria, así como las diferentes distinciones realizadas en medios de comunicación y por los mismos compatriotas, han logrado subir momentáneamente la moral de la tropa de la salud.
No obstante, y como es costumbre en este país, al pasar la euforia y establecerse el miedo y la desinformación, los ¨héroes¨ han pasado de ¨héroes¨ a ser vistos como despreciables. Al parecer, portar un uniforme de médico o de enfermera en las calles es considerado como la imagen misma de la muerte. Parece ser que ser identificado como personal de la salud se ha convertido en una condena. Siendo evidentes el desprecio en los medios de transporte así como en los barrios de vivienda. De igual manera, el rechazo al ingreso en diferentes lugares públicos al ser calificados erróneamente como portadores del virus.
Causa entonces un sabor desagradable y persistente, que mientras la gran mayoría de la población permanece en sus casas, compartiendo en familia, disfrutando de un buen libro o una buena película, todo aquel que arriesgue su vida diariamente, exponiendo a su familia al contagio cuando llega a casa, sea visto más como un enemigo que como lo que realmente es. Ya es suficiente recibir el rechazo diario de los usuarios, sumado al mal pago de los empleados como para agregarle ahora una lluvia de desprecio solo por el hecho de salir diariamente a salvar vidas. Pero estamos en Colombia, tierra de todos y de nadie, tierra de jueces y carcelarios, donde en cuestión de minutos los héroes se convierten en despreciables.