En septiembre se habla de gastronomía, en Popayán y Valledupar. La ciudad blanca, declarada en 2007 ‘Ciudad Unesco de Gastronomía’, celebra entre el 7 y el 10 la edición XXI de su Congreso Gastronómico; y la capital mundial del vallenato realiza los días 2 y 3 de ese mes la V edición de su Feria Gastronómica. Los verbos están en presente porque el buen sabor nunca pasa.
Y porque, además, este artículo tiene el propósito de relacionar cocina con escritura; recuérdese que siempre se cocina un texto, o se tiene a fuego lento. Y como cierto es que algunos sabores vienen de la Madre Patria, vamos al libro que mejor alimenta la memoria: «El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha».
Decidí entonces servirme de los apetitosos manjares guardados en los míticos cofres de los refranes, aforismos, sentencias y proverbios, que en Don Quijote se ofrecen al gusto de quienes hacen de la lectura su alimento espiritual.
Cervantes, que conocía a fondo los textos bíblicos, usó con particular gracia los refranes y puso los más incitantes en boca del glotón de Sancho Panza. “No desdeñes –sentencia Eclesiástico– lo que narran los sabios, vuelve a menudo a sus proverbios, que de ellos aprenderás doctrina… De ellos aprenderás prudencia y a dar respuesta en el momento justo”. Y siguiendo por la senda saludable de Cervantes…
…Presten oído a esta sentencia que receta don Miguel: “Come poco y cena más poco, que la salud en todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago”. Fíjense, del saber comer y beber depende de cuán feliz o desdichada, corta o larga sea la vida. Porque, “el vino que se bebe con medida jamás ha sido causa de daño alguno”. Y buen juicio aconseja al que bebe: “Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra”.
En cátedra de moderación y excesos, de vicios o virtudes, Cervantes se valió de referentes gastronómicos para deleitarnos con proverbios “agudos y acertados” que, según Eclesiástico, así deben ser. Por ejemplo, una persona ecuánime debe tener presente que, “no es mucho que a quien te da la gallina entera, tú des una pierna de ella”. Y para que el comer cumpla la misión de satisfacer el gusto, sugiere que al hastío la voluntad no le debe doblar cerviz: “Después de cumplido aquello que el apetito pide, el mayor gusto que puede venir es apartarse de donde le alcanzaron”.
Y respecto al quehacer creativo, Cervantes apeló a aquello que da sabor y sazón a las comidas: “la salsa”, a fin de configurar una preceptiva útil para quienes cometen la escritura de un texto: “La salsa de los cuentos es la propiedad del lenguaje”. Muchísimos años después, el escritor catalán Daniel Cassany publica el libro ‘La cocina de la escritura’ (Anagrama, 1999), que, según dice en el prólogo, pretende ayudar a las personas que se arriesgan a escribir. Y precisa: «es un manual para aprender a redactar. Un buen plato de pavo a la naranja conlleva horas de trabajo y la sabiduría de toda una tradición culinaria. […] Autores y autoras trajinamos ante el papel como un chef en la cocina: limpiamos la vianda de las ideas y la sazonamos con un poco de pimienta retórica, sofreímos las frases y las adobamos con tipografía variada».
Por Donaldo Mendoza.