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De frente ¡sin miedo!

¿Hace cuánto venimos quejándonos de la inseguridad en Valledupar? ¿Hace cuánto se volvió este tema la primicia de todos los medios? ¿Hace  cuánto escuchas que el desempleo está por las nubes, al igual que el nivel de pobreza? ¿No te ha pasado que tomas el periódico o sintonizas la radio y lo único que escuchas es que en Valledupar todo anda mal? El alumbrado público, la recolección de basuras, el servicio de luz y de agua, el tránsito, las vías, el precio de los alimentos, etc. 

Sí, hay desesperanza, hay miedo, hay  caos, hay rabia. Estamos sentados sobre un barril de pólvora… y la mecha a punto de encenderse. 

No nos echemos mentiras. Estos problemas no son producto del azar, ni de la mala suerte, y menos de los errores ‘inocentes’ de alguien. Las cosas no pueden seguir tapándose, comportándonos como el gato, que le echa tierra a su propia mierda. Lo que ha sucedido es consecuencia de la mala fe de quienes nos han gobernado, conjugándose muchas veces la falta de preparación con el gobernar en cuerpo ajeno, debiéndole el oro y el moro a quienes han financiado su campaña. Nadie que hipoteque su libertad puede gobernar bien. Y tampoco puede hacerlo quien no tenga la preparación y la experiencia ejecutiva.

Para ser honestos, hay otros responsables de la hecatombe que vive Valledupar. Nosotros, que no hemos privilegiado el sentido común para acertar en la escogencia de nuestros gobernantes. No se ha actuado De Frente !Sin miedo¡ Se ha votado sin pesar en la balanza el bien común, la probidad, la independencia, la experiencia, la preparación. Hemos olvidado las palabras de Edith Eger: “Ser pasivo es permitir que otros decidan por ti”. Y también hemos olvidado a Michael Sandel, en ‘La Tiranía del Mérito’: “Para gobernar bien se requiere de sabiduría práctica y virtud cívica”.   

Paradójicamente, cuando voy por carretera, recorriendo los alrededores de la ciudad, me convenzo de que al menos en el momento de la creación, si Dios tuvo lugares preferidos en el mundo, Valledupar fue uno de ellos. Lo tiene todo: dos sierras, una riqueza hídrica y “verde” inconmensurable, sol a más no poder, en fin, la fuente de inspiración de los juglares que ya todos conocemos. El solo pensar en eso, y el ver el contraste con el ahora, me genera una frustración inmensa, sobre todo cuando nací y crecí en la época dorada de Valledupar, décadas del 80 y 90, época en la cual la ciudad era modelo regional y nacional, cuando abundaban las noticias buenas y campeaba a sus anchas la esperanza.  

En algún momento me fui a estudiar y a emprender, a dedicar mi vida a generar impacto social desde el Gobierno nacional, pero cuando la nostalgia de mi tierra me ganó y volví, me encontré con la horrible desazón de verla igual o peor a cuando partí. ¡Qué rabia!

No preciso en qué momento se jodió Valledupar. Me cuentan, y lo he podido corroborar, que fue justo cuando la gente valerosa y atrevida de mi valle dejó de hablar de frente ¡sin miedo!, y en esa laxitud se aposentó el conformismo y el déjame estar. Miren cómo son las cosas macondianas de mi pueblo: fueron unos niños, unos niñitos, los que me abrieron los ojos y el entendimiento al decirme y preguntarme: – ¿Bueno, y cuando se gobernará a favor de nosotros? ¿Acaso nosotros, los niños, no somos el futuro? Nosotros gobernaríamos mejor que los que nos han robado el municipio y el departamento. 

En estos meses he recorrido a Valledupar, llevando cine (Leyenda Viva, una película de la cual soy coproductor) a los barrios y veredas. Ha sido mi excusa para insistir en todas las razones por las que debemos mantener el orgullo. Y si bien creo que he tenido éxito en mi propósito, cuando ya me siento a hablar con la comunidad, el cansancio y el inconformismo es el mismo: hace falta autoridad en la ciudad, hace falta orden, hacen falta liderazgos, capacidad de ejecutar, de hacer real las cosas, líderes que se enfrenten a esos grupos que no les interesa el progreso de Valledupar, que les asusta incluso imaginarlo.

Yo no le tengo miedo a la muerte, pero si le tengo miedo al juicio del tiempo. A la intrascendencia. Le tengo miedo a que pasen los años y todo igual, y yo, con los brazos cruzados, contemplativo. Me he ganado una fama de hablar de frente ¡sin miedo!, y de no temblarme las manos para pasar de la palabrería al accionar, para ejecutar acciones. Hay soluciones para Valledupar, hay futuro promisorio. Ahora más que nunca se necesita el concurso de todos para gritar a todo pulmón: PA’LANTE VALLEDUPAR. DE FRENTE ¡SIN MIEDO! @camiloquirozh

Por Camilo Quiroz H.

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