El Centro Democrático debe organizarse muy bien para ser opción de poder en las elecciones del 2026. Se dice por ahí que los conservadores, los liberales y los de la U -todos ellos ávidos de mermelada- tendrán un candidato único. El centro también está en lo suyo, conversando para ver qué van a hacer, qué le van a proponer al país. Ese centro, que tanto daño le ha hecho a la realidad política colombiana, le hace constantemente el juego a la izquierda. Ha dividido el voto de opinión entre algunos que han madrugado a estudiar y trabajar y quieren mantener por ello el statu quo pero tienen tendencias mamertas, y quienes somos de derecha, para que el progresismo termine imponiéndose en elecciones que le han dado acceso al poder en los niveles municipal, departamental y nacional. De frente, hay que combatir el ego de políticos que tradicionalmente se niegan a renunciar a sus aspiraciones y a unirse a otros con mejores perspectivas de ganar, porque nadie más que ellos son los responsables de los resultados que nos tienen en la inmunda.
Celebro que haya grandes posibilidades de cerrar las listas al Congreso de la República por parte del Centro Democrático, lo que permitirá recuperar curules perdidas por esos errores de cálculo que cuestan tanto. El congreso quedó en manos del Pacto Histórico, que reclutó a los lagartos y parásitos que siempre han vivido del Estado y de la corrupción, para aprobar las nefastas reformas de Petro; reformas que van en detrimento de la concepción de Estado que tenemos, que dinamitan la institucionalidad y que sólo responden a los intereses de la izquierda que quiere mantenerse en el poder a toda costa. Necesitamos un congreso serio, responsable, sin pelos en la lengua, que presione, increpe y soslaye los intereses del gobierno, que llame las cosas por su nombre y que no tema enfrentar a Petro. Maldita mermelada, sí, la de Santos, la misma que ha permitido tragedias como el ‘fast track’, el desconocimiento al triunfo del no en el plebiscito y tener a los impunes cabecillas de las FARC -que aún existen-, sentados legislando.
Me pregunto: ¿de cuándo a acá se volvió pecado ser de derecha? ¿Por qué a muchos que pensamos así les avergüenza defender ideales y el concepto de Estado que demuestra ser el único que funciona? Miremos la historia, lo que ha pasado con la Unión Soviética, con la Alemania comunista, la del Este, con la otrora ‘cortina de hierro’, con la manera como se vive en Venezuela, Cuba o Nicaragua, o con las transformaciones del régimen chino, que es comunista para adentro pero capitalista hacia afuera.
¿Por qué nos arrugamos cuando los mamertos nos increpan con falacias, mentiras y narrativas construidas para crear pánico y desesperanza en el colectivo social? ¿Por qué los de derecha nos limitamos a votar a conciencia -calladitos en el cubículo- pero ante la gazapera política damos un paso al costado para evadir conversaciones que podríamos contrarrestar con evidencias y argumentos serios? ¿Por qué? Eso es faltarnos a nosotros mismos, a nuestras familias, a la sociedad que hemos ayudado a construir con enormes esfuerzos, lo que nos ha tomado siglos. ¿Por qué desaprovechamos oportunidades como el paro de transportadores para convocar un paro nacional que nos permita recuperar la democracia perdida? Nos quejamos y nos quejamos, en las reuniones sociales y familiares sólo decimos que Colombia va mal, que la cosa está complicada, que queremos irnos, pero de ahí, no pasa nada. Y, si en esas reuniones hay personas de izquierda, es a nosotros a quienes nos abordan los anfitriones para decirnos que por favor no pongamos el tema político, no les dicen nada a ellos. ¿Por qué? Porque ellos sí aprovechan muy bien cada oportunidad, cada chance, cada conversación, para desplegar su narrativa perversa y que le lava la cabeza a una juventud que, a pesar de los horrores causados por el M-19, las FARC y el ELN, votó por Petro para evadir responsabilidades que la vida trae per se y que nosotros sí asumimos.
¡Defendamos la libertad, la verdad, nuestros principios! ¡A por ellos!
Por: Jorge Eduardo Ávila.