Se aproximan las elecciones presidenciales y como dijo Bismarck: “Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería”. Las elecciones son caldo de cultivo para difundir fake news y mentiras. Y como en la parábola del sembrador, hay candidatos que van esparciendo semillas para que en el terreno abonado de la desesperanza crezca el grano del populismo y se ilusione a la gente con fórmulas fáciles.
Las elecciones tienen algo de demencial. Uno escucha propuestas locas de los candidatos presidenciales y otra gente chiflada, no solo las cree, sino que las repite como loro. Hay también propuestas peligrosas. Otras son absurdas. Hay candidatos que, como Trump, inventan realidades paralelas y tienen seguidores que se las creen porque, como dice Gutiérrez-Rubí, en tiempos de incertidumbre la gente busca certezas rápidas y fáciles aunque sean mentiras.
En la campaña que se avecina oiremos propuestas de todos los calibres como por ejemplo: “Las vacunas no sirven para el virus covid-Delta según primeras investigaciones” o “Si un gobierno del Pacto Histórico llega a ganar, ese gobierno debe decretar la suspensión de la exploración petrolera en Colombia, fíjese lo que significa todo eso”, y eso significa tirar por el despeñadero las rentas nacionales, el desfinanciamiento de los programas sociales. Eso es absurdo y demente; el Gobierno nacional se quedaría en poco tiempo sin caja y poco aportaría a disminuir el calentamiento global. En este caso hay que hablar de transición energética, pero esa es otra cosa.
Otra perla, propia de las fiebres del delirio: “Todas las ganancias que obtengan los empresarios por reducción de costos de producción que logrará nuestro gobierno: por protección de importaciones, por reducción de costos de energía y financieros, debe distribuirse entre el empresario y los y las trabajadoras”. Y entonces, para ello habrá que preguntarle a Petro, ¿cómo va a hacer el Estado para adueñarse de las decisiones empresariales?, ¿expropiando?, ¿nacionalizándolas? ¿Puede hacer eso en un régimen democrático y de libre mercado o da puntadas para una dictadura?; ¿los trabajadores participarían en las pérdidas? Ello no solo espanta la inversión privada y crea desconfianza sino que aísla al país y lo vuelve más pobre. Por la ONU y Estados Unidos anduvo por estos días Pedro Castillo, presidente de Perú, clamando que él no es comunista. Pero no le creen.
La locura por el poder hace que los candidatos digan cosas disparatadas y que la gente en la desesperanza las crea. Pero ante el desvarío, cordura. Es un deber de los otros candidatos no entrar en el juego demencial sino debatir en la sensatez porque, como dijo el bobo, de eso gratis no dan tanto y tenía razón; y, por otro lado, las cosas no son tan fáciles ni tan rápidas en el sector público.
@enriqueha