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De Constitución en Constitución (hasta la consolidación o disolución)

Las reglas cardinales creadas, acogidas, agrupadas y puestas a regir con un fin, un objetivo, es lo que la ciencia política ha denominado “Constitución Política”.  Se le designa también Carta Fundamental y su vigencia nos indicará cuan acertados estuvieron los constituyentes como intérpretes de las aspiraciones colectivas, que no solo populares, y por lo tanto las constituciones producto del esguince al querer y aspiraciones de otra u otras partes, será frágil y esa debilidad influirá negativamente en la concreción de las  ambiciones colectivas, sean cuales sean  y se terminará en una frustración.                                                                                                                            Las reglas de convivencia no se deben estar cambiando y esa ha sido una constante en nuestra historia y por eso se ha terminado y se  terminará  acudiendo a las armas. Los ejemplos son abundantes en nuestra cruenta tradición.                                                                                                                                   Quince constituciones   fueron las que rigieron entre la “independencia” y la “regeneración” y no pudieron evitar la guerra civil de la Patria Boba, fuego que se alimentó de la diversidad no conciliada y del fundamentalismo irreflexivo. Ya para entonces actuaron las encontradas huestes de Antonio Nariño y Camilo Torres con sus posiciones sobre el federalismo y centralismo, lo que todavía seguimos discutiendo. 

La llamada independencia, la cual todavía no he terminado de entender como lo mejor, estuvo sustentada en normas que no fueron de rompimiento con la península, eso olió a físico acomodo, que dejó en manos de los oligarcas cundinamarqueses el real poder, respetando al rey Fernando VII a quien solicitaban venir a gobernarnos. ¡Eh avemaría! Y pensar que han sido la base de nuestra nacionalidad, nunca bien consolidada pero triste es que no nos hemos percatado de ello. La diversidad que somos ha sido bien identificada, lo que no hemos podido crear son las reglas que nos unan. Ojalá algún día inventemos en lo político algo parecido al sentimiento de patria que genera la Selección nacional de fútbol o la canción “Colombia tierra querida”.   Claro que en mi caso personal mis mayores emociones se dieron alrededor del béisbol y la única selección que me ha hecho vibrar es la infantil de Sucre cuando ganó el campeonato nacional que se jugó en Bogotá hace más de cincuenta años.  Claro que aquí no incluyo la compañía a mis nietos a ver jugar a Messi o James. 

Y entonces para qué asustar con el “poder constituyente” cuando el sustrato   para  los cambios que se quieren hacer está precisamente  allí, en la Constitución de 1991, la jurisprudencia a su alrededor y las leyes que deban expedirse.

Por: Jaime García Chadid.

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