En estos días, próximos a la Copa América, a la final de la Champion de Europa y a la de los equipos de la A del rentado nacional, nos preguntamos si alguna vez en esta comarca hubo pasión por el fútbol. El más cercano equipo, el Unión Magdalena, ha resurgido de las cenizas, ha ascendido en la liga y se ha metido entre los 8 grandes del país. Una prueba de que en ese deporte maravilloso, que es el fútbol, nadie ha muerto. Y de que la esperanza no desaparece.
Es lo que pensamos en estos aciagos días de la trayectoria del Valledupar Fútbol Club. Hace años, un extranjero y vallenatos se asociaron en la ficha en La B. Siempre se estuvo entre los primeros y se aproximó por los resultados la posibilidad de pasar a la cumbre del profesionalismo. Entonces, la Gobernación y la Alcaldía se emocionaron y fue surgiendo la hinchada del equipo.
Pero paradójicamente al adquirir los locales la total propiedad de la empresa y construirse un nuevo y gran estadio, cuya inversión habría superado los $ 50 mil millones, del que se puso recientemente al servicio la segunda gradería, la oriental, el equipo se ha venido a menos. La Gobernación vino bajando año a año su interés y a la Alcaldía, a pesar de un reactivado apoyo en el 2017, no se le percibe el entusiasmo de otras épocas. Esa falta de entusiasmo parece haber contagiado a los propietarios, la dirigencia deportiva, jóvenes jugadores y lo que es muy grave, la sacrificada afición, que en los últimos partidos hizo altiva evidencia de su inconformidad.
El blanco predilecto es un acuerdo deportivo del club con Millonarios, mediante el cual este provee y paga parte de la nómina del Valledupar, cuyos jugadores al ser promocionados y valorizados generan unos beneficios compartidos y la posibilidad de que con el refuerzo se logre subir a la A. Millonarios ha recomendado al actual director técnico y se cuestiona su incidencia en la orientación deportiva en las últimas justas del equipo, al entenderse que con el solo semillero de jugadores locales no tiene capacidad de ser competitivo.
La desazón se ha impuesto y la gente se pregunta de qué sirve tener bellos escenarios deportivos si los que deben dar merecimiento al esfuerzo de tenerlos y a la expectativa ciudadana, los deportistas, además de ser pocos en volumen, carecen de la calidad esperada. Pero para que no se crea que afectamos con lo dicho la autoestima de nuestros jóvenes, (y de su dirigencia) afirmamos que si hay un ecosistema de apoyo, entrenamiento, promoción y reconocimiento social, sus dotaciones originales se potenciarán para hacerlos grandes estrellas. No puede manejarse el Valledupar, (junto al gobierno, patrocinadores, afición) con autismo, aislados de la sociedad y por eso llamamos que cada quien diga sus temores, a conversar con las autoridades y a estas a hacer públicas sus expectativas y compromisos con el sueño del fútbol, que tienen nuestros niños, que es de felicidad, alejamiento de malos hábitos, salubridad y orgullo de Valledupar y su región.