Por: Raul Bermudez
“La Paz es mi pueblo, con sus calles raras, donde tanto tiempo, canté en madrugadas” Emiro Zuleta
Lo más probable es que cuando Emiro Zuleta compuso el bonito son, no imaginó que sería el himno folclórico de su terruño natal. Seguramente, tampoco pasó por su mente que las ardientes y destapadas calles raras que lo inspiraron se convertirían, 30 años después, en calles enrarecidas por las fuertes emanaciones vaporizadas provenientes de miles y miles de contenedores de gasolina de contrabando almacenados en su territorio con el riesgo inminente de que una sola chispa podría encender la pradera.
La calificación de explosiva para designar la situación en La Paz, capital del municipio de Robles en el Cesar, no podría ser más patética. Tanto en los aspectos sociales, como en materia de seguridad ciudadana. Un pueblo azotado por el desempleo al que no le quedó alternativa distinta que el comercio del combustible a riesgo de la salud y de la vida misma. Un pueblo que alberga en su territorio riquezas minerales como las piedras calizas que son básicas en la industria cementera;pero que ahí están, desaprovechadas y sin posibilidades serias de perfilarse a mediano plazo en una industria regional que genere empleo digno a miles de sus habitantes.
Un pueblo con un potencial agrícola y ganadero inmenso que con asistencia técnica y capacitación tendría cómo convertirse en una despensa importante para satisfacer el mercado interno de su zona de influencia y garantizar seguridad alimentaria. Un pueblo con suficiente tradición artesanal para fabricar las inigualables almojábanas, actividad que si se acompañara de una eficaz política de mercadeo y comercialización podría ser un exitoso producto de exportación como el bocadillo veleño, las habas huilenses o el manjar blanco valluno.
Un municipio con una diversidad de pisos térmicos que le permitiría, por ejemplo, comercializar en el interior del país o en el vecino Venezuela el nutritivo y delicioso aguacate que se cultiva en la zona de San José de Oriente. Un punto estratégico del caribe colombiano, escogido por la Universidad Nacional de Colombia para ser su sede en el Caribe continental pero que ni siquiera esa bandera es enarbolada con firmeza por sus dirigentes. En síntesis, un municipio rico donde la mayoría de su gente subsiste en una pobreza franciscana, como la de su santo patrono.
En buena hora pues, la Universidad Popular del Cesar a través del Centro de Investigaciones Sociales y Económicas y la Fundación Ecopetrol para el Desarrollo del Catatumbo, con la participación de la Asociación de Pimpineros de La Paz se proponen llevar a cabo el primer censo de la población dedicada al comercio informal de combustibles en esa población. Se busca conocer al detalle el número de personas y familias dedicadas a las actividades relacionadas con la cadena de comercio del combustible y que pueden ser objeto de vinculación a programas de reconversión social, capacitación y financiación de proyectos productivos y rentables. Porque con los pimpineros en La Paz, se presenta una situación parecida a la de los mototaxistas en Valledupar: el enorme diferencial con respecto a otras actividades que demandan una mayor inversión, pero que no son tan rentables, los induce a involucrarse en oficios en los cuales conviven y sufren con la ilegalidad.
La mayoría de ellos son conscientes del enorme riesgo para su salud y para sus vidas, pero… ¿Qué otra alternativa tienen para medianamente subsistir y atender las demandas de educación, vivienda y salud del núcleo familiar?. Desbrozar salidas dignas para ese conglomerado social debería ser el reto de la academia, a través de la universidad y el Sena, de los empresarios (agrícolas, del cemento o de los combustibles), y con mayor razón, del Estado encabeza del Ministerio de Minas y Ecopetrol, las gobernaciones involucradas y los alcaldes del área metropolitana del norte del Cesar. Ojalá cuaje la cosa. A ver si renace el entusiasmo de antaño por zambullirse en las aguas tranquilas del rio Mocho, sobrellevando,parpadeantes allá, los días de fatiga.
raubermar@yahoo.com