En el país vallenato la literatura, el saber popular, el humor y la cultura en general están de luto. Darío Leguízamo un hermoso ser humano que nos impulsó siempre a ser mejores, a buscar la intelectualidad y a perseguir las letras por el placer de las letras mismas partió prontamente. Hoy estará departiendo con muchos vallenatos que partieron antes que él. Con ellos estará conversando amenamente, haciendo gala de su excelso humor.
El sector cultural de la región, quienes pudieron deleitarse con su saber, sus ideas, con sus monólogos o presentaciones llora su ida. Siempre era una delicia y un gran peligro caer en la mordaz lengua de ‘La Coma’, su icónico personaje. Lo más sano era huir de ella, pagar escondedero para no caer en esa lengua triperina, capaz de sacar los trapitos más sucios, más escondidos de cualquiera y (ex)ponerlos al aire libre.
Quienes llegaron en algún momento a necesitar la biblioteca saben que podían tener del Profe ese gran apoyo que siempre estuvo allí para dar una solución y encontrar una salida oportuna a cualquier problema que se presentase en la ruta. Aparte de que muy probablemente saldría también con un libro bajo el brazo, o por lo menos con su recomendación, precedido de una agradable disertación sobre su contenido.
Quienes fueron sus estudiantes pueden dar fe del profesor entregado al conocimiento, con cero egoísmo, siempre listo a compartir su saber, a elevar los niveles sin dejar de lado el ser humano complejo de quien tenía a cargo su formación. Exigente, garantista y meticuloso como pocos.
Quienes compartieron con él en la universidad saben del gran profesional y magnífico compañero que a la vez que engrandecía una reunión, bajaba los niveles de aprehensión aún ante los retos más apremiantes, siempre presto, siempre operativo, siempre genial.
Quienes fuimos sus amigos, y de alguna manera compartimos también alguno de los anteriores escenarios hoy nos encontramos sin palabras, con el corazón compungido y una herida en el alma de la cual difícilmente nos recuperamos. Solo nos resta esperar una especie de reencuentro espiritual, una fiesta donde la risa retumbe muy, muy lejos.
El martes lo acompañamos a su última morada. El jueves, a las 5 p. m. estamos invitados a participar de una ofrenda que se le hará frente al Artefato Cultural por la Vida. Esa hermosa obra que conjuntamente con sus estudiantes de Psicología y su club de lectura Booktopía legó a la Unicesar. Con esa bella mariposa podrá perpetuarse su legado. Mantener viva su presencia, y muy especialmente su tranquila incidencia en la formación de los noveles psicólogos. Además, así suene al cliché más desafortunado, nos queda su sonrisa, nos queda su nota oportuna, su humor sagaz, penetrante. Recuerdos, múltiples, constantes, renovados recuerdos, y por supuesto, el compromiso de continuar con su legado y preservar sus ideas.
¡Salve, Darío!
Por: Cenaida R. Alvis B.