Para todo el sector cultural del Cesar y del Caribe es doloroso saber que ya el Dari, el ‘pequeño gigante’ —como siempre le llamaba— ya no estará más con nosotros en su apariencia física y solo la memoria de su trasegar cultural le darán presencia en cada uno de los rincones de la región en donde dejó traza como gestor y promotor de procesos de gestión cultural, dinamización de la lectura y organización de bibliotecas.
Es que Darío fue un gestor cultural a carta cabal, por vocación y oficio, desde sus estudios de bachillerato. Tanto así, que su servicio social del bachillerato lo hizo en la biblioteca de la Casa de la Cultura de Valledupar, en donde se contagió con el incurable virus de la bibliomanía, del cual no se pudo curar ni en sus últimos días; y dado su empeño e inicios en la actividad cultural de la promoción de la lectura, la gestión, el teatro, antes de ingresar a la universidad recibió el título de Bachiller Honoris Causa en Gestión Cultural, otorgado por el Liceo Gabriel García Márquez, que recién habíamos fundado con un par de compañeros maestros y en donde él cursó la básica secundaria y no pudo realizar la media vocacional, porque el colegio solo ofrecía hasta ese nivel; pero cuando lo completó estableció las modalidades de Bachillerato en Bellas Artes y en Gestión Cultural, de donde sí egresaría su hermana Gina, hoy suboficial retirada de la Policía Nacional.
Se forjó como gestor cultural al lado de personas como Carlos Guevara, John Bolívar, Pedro Olivella y nunca dejó de recibir mi apoyo y orientación, porque nunca dejó de consultarme sus iniciativas, proyectos y decisiones, para que le diera alguna orientación o un consejo. Sus primeros pasos lo recuerdan en las bibliotecas móviles que pusimos a andar por las carreteras y caminos del departamento, haciendo animación y organizando comunidades para la autogestión de procesos culturales en la década de 1980.
Se inició como gestor voluntario en los distintos espacios que ofrecía el desaparecido Instituto de Cultura y Turismo del Cesar y desde allí se consagró como el gran promotor de lectura y gestor bibliotecario y documental, de cuya experiencia se tuvo noticias en otras regiones del país de donde era llamado para compartir la experiencia cesarense; pero nunca dejó de hacer actividades en cada rincón del Cesar en donde había una biblioteca incipiente y se le requería para apoyar y organizar sus procesos.
La Biblioteca Departamental Rafael Carrillo, le debe su estructura y organización funcional a la silenciosa, tesonera y cuidadosa labor de Darío, quien, como jefe de salas puso todo su empeño para que las cosas funcionaran de manera técnica y eficiente.
Pero, además, Darío fue un gran ejemplo de superación. Profesionalmente se formó por medio de sus estudios en psicología social y sus especializaciones en Gestión Cultural y en Psicología; además de las innumerables capacitaciones que recibió de la antigua Colcultura, del Ministerio de las Culturas y de toda institución que le ofreció formación, porque él nunca dejó de estudiar y actualizarse. Todo ese acumulado le permitió destacarse también como docente universitario en los programas de psicología de la Unad y la Universidad Popular del Cesar, en donde dejó una impronta memorable en los estudiantes que pasaron por sus aulas.
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Hoy deja en la cultura del Cesar un hueco que, al menos por el momento, nadie a la vista está en capacidad de llenar, por el carácter único de su experiencia y su legado.
Vuela alto Pequeño Gigante y sigue iluminando desde la nueva dimensión en la que te encuentres, los caminos de nuestras nuevas generaciones, para que el espíritu del libro siga siendo el factor dinamógeno y el incentivo que mueva su motivación hacia un porvenir más consistente, frente a la avalancha mediática de la trivial superficialidad que nos arrolla.
Por Simón Martínez Ubarnez.