Para tener una visión global de la Depresión Momposina es necesario explorar, además de su historia y geografía, en las intimidades de su cultura, costumbres y tradiciones, que es uno de los componentes de mayor significado del hombre “riano”, pues su cultura “anfibia”, como la denominó Fals Borda, encierra una belleza y colorido desbordante, lleno de esa magia que solo los pueblos del río mantienen viva.
Comencemos hablando de algunas de sus danzas, las que desde tiempos coloniales practican sus moradores, danzas llamadas de “relatorías”, pues siempre van acompañadas de versos relatados por sus danzantes, generalmente versos del magín de uno de los participantes o tomados de la tradición que se han conservado y transmitido a través de la oralidad y que son practicadas en épocas de carnaval.
Una de estas danzas es la de ‘Los coyongos’: danza de carnaval de los pueblos del río donde muestran el acto natural de un ave zancuda alimentándose de peces y el reclamo del pescador por comerse sus pescados; en ella también se representa la faena de caza que el pescador hace contra estas aves, no solo del coyongo, sino de la garza, pato cucharo, pisingo, garza blanca, gris y garza morena.
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En dicha danza parece que hay, también, una representación alegórica de las relaciones del español y el indígena, donde el cazador es el hombre blanco y las aves el pueblo indígena. Cabe aclarar que es una danza netamente masculina donde sus participantes van cubiertos de una figura piramidal forrada en tela y en la parte superior una diminuta cabeza de ave cuyos picos están formados por dos tablas que accionadas por cuerdas abren y cierran emitiendo un «clap – clap» que marca el ritmo de la danza, mientras que el pez lleva una estructura que lo representa. El acompañamiento musical se hace con flauta de millo, tambora currulao y maracas, mientras que los danzantes bailan y relatan sus versos, generalmente relacionados con el medio ambiente.
MANSOS
Otra de las danzas coloridas y más conocidas es la de ‘Las Farotas’. Se dice que su nombre proviene de los indios farotos y algunos narran su origen en una treta vengativa de estos indios contra el español que abusaba de sus mujeres. Lo cierto es que es una danza masculina formada por 13 hombres que portan faldas largas de mujer y blusas de gola, sus rostros maquillados profusamente y sus labios pintados de rojo, mientras su cabeza va tocada con un sombrero masculino y portan en paraguas de colores con el que completan su atuendo.
El marco musical lo integran la tambora, el currulao, las maracas y la flauta de millo, su danza es netamente indígena con vueltas, faldeos y mucho movimiento rápido, dirigido por “el mama” quien se supone es el cacique Talaigua que organizó la estrategia para vengar la afrenta del español contra la mujer indígena.
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La danza de ‘Indio manso’ es otra de esas manifestaciones dancística de uso en el carnaval del hombre del río donde los danzantes en dos filas, indios e indias, categorizados como: cacique y cacica, contra cacique y contra cacica, indios e indias, polo y pola (los más pequeños), danzan al son de un tambor y una flauta, dirigidos por un negro que porta una bandera y baila en forma diferente al resto de la comparsa.
En un momento de la danza bailan con unos arcos portados por parejas, luego tejen y destejen unas cintas que penden del asta de la bandera. Todos los danzantes rematan su baile recitando unos versos que ellos llaman ‘las relaciones’, son versos heredados de la oralidad o preparados por uno de los danzantes, son versos llenos de picardía que exaltan el coraje y la habilidad del indio, muchas veces son versos tomados de décimas anónimas que solo la memoria de algunos ancianos recuerda en este maravilloso universo mágico del río. El acompañamiento musical igual que las dos danzas mencionadas se hace con la flauta de millo, la tambora, el currulao y las maracas.
Hay otras danzas pero la brevedad del resumen solo permite mencionar estas, pero es válido acotar que en algún momento de los años 80s estas danzas, esta cultura riana, se embarcó sobre alguna balsa de esas que formaban con grandes trozas de madera virgen, magistralmente llevadas por los balseros hacia Barranquilla, y se aposentaron en ese puerto maravilloso de gentes de mente abierta que le ha dado hospitalidad a la cultura del Caribe, haciéndola propia e involucrándola en ese fiesta majestuosa de sus carnestolendas tan admiradas.
Por: Diógenes Armando Pino Ávila